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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 24
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CAPITULO 24. Un hombre triste Nathan trató de disimular, pero era evidente que no estaba tranquilo.

-¿Todo bien? —preguntó Amelie al ver su cara de preocupación. -Sí, solo son cosas del trabajo,

cuando manejas una empresa tan grande parece que siempre hay algo saliendo mal – mintió-. Y

ahora vamos a casa, tienes que preparar mil cosas para empezar. Sobra decir que Sophia se cansó

de dar saltos de alegría al saber que Amelie se quedaría en la casa, le compartió la mitad de sus útiles

escolares y ella misma puso el nombre de Meli en sus cuadernos. Sin embargo en la mente Meli se

quedó la expresión de tristeza de Nathan al recibir aquella llamada. Conforme la tarde avanzaba,

Amelie empezó a sospechar que Nathan le ocultaba algo. Se daba cuenta de que había algo que le

preocupaba, ya que se mostraba distante y retraído cada vez que alguien intentaba hablar con él. Era

bueno para evadir cualquier pregunta o cambiaba de tema rápidamente, pero ella se daba cuenta de

que estaba ansioso. Nathan apenas durmió esa noche, y en el trabajo al día siguiente casi no pudo

concentrarse, sobre él pesaban ya demasiados secretos, secretos que había ocultado muy bien por

los últimos cinco años, por el bien de su familia, pero que en algún momento terminarían pasándole

factura. 2

Cuando por fin dieron las cuatro de la tarde, se subió a su auto y condujo hacia una clínica privada en

las afueras de la ciudad. Era un lugar tranquilo y hermoso, propiedad del doctor Benson, que el mismo

Nathan ayudaba en gran parte a financiar.

El doctor lo estaba esperando y poco tiempo después se sentaban en el consultorio del médico.

– Señor King, gracias por venir -dijo el médico. – Parecía muy serio lo que debía decirme -respondió

Nathan sentándose en la silla que el doctor le ofrecía.

-Sí, de verdad lo es. Logré rastrear el expediente médico de Amelie Wilde, y de verdad no me gustó lo

que vi – dijo y Nathan frunció el ceño, echándose hacia adelante.

-¿Qué quiere decir? ¿Qué le pasa? El médico le mostró el viejo archivo y algunas anotaciones que

parecían muy antiguas.

-Usted me dijo que Amelie tiene algunos problemas de equilibro-se aventuró.

-Sí, tuvo un accidente de auto hace más o menos un mes… -Pues lo que yo encontré no es de hace

un mes, sino de hace años.

El corazón de Nathan se hundió mientras escuchaba atentamente las palabras del médico. Fuera lo

que fuera lo que le habían diagnoosticado a Amelie años atrás, parecía que su estado no había hecho

más que empeorar con el tiempo.

– Amelie ha sufrido problemas de equilibrio durante años-continuó el médico -. Parece que tuvo un

accidente de coche cuando era pequeña y las lesiones que sufrió jamás se le atendieron. Después de

eso empezó a entrar y salir de las unidades de Urgencias por toda clase de golpes. Nathan sintió una

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oleada de impotencia al oír esas palabras.

-¿Quieres decir que sus tíos lo sabían? ¿La familia Wilde lo sabía y no hicieron nada?

Nathan se removió en silencio mientras el doctor hojeaba el viejo historial médico, con el rostro

ensombrecido por la preocupación. Finalmente, miró a Nathan y suspiro.

– Aquí hay un consentimiento informado que firmó un tal Aquiles Wilde para sacarla del hospital

después del accidente…

Nathan se quedó pensativo.

– Después del accidente él se convirtió en su tutor legal –murmuró.

– Pues el médico que atendió a la niña en ese momento la remitió con un especialista en neurología,

porque detectó problemas de motricidad, en las notas se especifica que se informó al tutor de la

menor, pero luego de eso no hay ni una sola constancia de que la niña haya sido llevada a un

neurólogo. 1

Nathan apretó los dientes con frustración mientras pensaba en Sophia. Meli solo era unos años mayor

que su hija cuando había ocurrido aquel accidente que la había dejado huérfana. ¿Cómo era posible

que su propia familia le hubiera negado algo tan elemental como la atención médica que necesitaba?

– ¿Por eso es torpe? —preguntó.. -Sí, lamento tener que decirle esto, señor King -dijo el médico con

gravedad, pero Amelie tiene una lesión cerebral desde que era una niña. Es probable que haya

aprendido a vivir con un poco de falta de equilibrio, pero si tuvo un nuevo accidente, es probable que

eso haya agravado sus síntomas. 1 – ¿Qué significa esto para ella? – preguntó finalmente Nathan–.

¿Podemos

hacer algo para ayudarla? – Voy a llamar a un colega que es neurólogo, le enviaré sus estudios y

probablemente quiera hacerle unos nuevos — respondió Benson-. Es un doctor muy ocupado, pero es

el mejor. En cuanto tenga respuesta suya lo llamaré para que traiga a Amelie. Esperemos que esto no

sea algo con lo que tenga que lidiar por el resto de su vida. Nathan asintió lentamente, con la mente

en estado de shock y confusión. ¿Cómo era posible que nadie se hubiera dado cuenta de eso antes?

Pensó en todos los años que Amelie había pasado luchando con sus problemas de equilibrio y

coordinación, sin darse cuenta de que podía haber estado gravemente enferma.

Suspiró con cansancio, era difícil pero al menos era algo contra lo que todavía se podía luchar, en

cambio el otro tema por el que estaba allí era mucho menos esperanzador.

– Me dijiste que también querías hablarme de otra cosa – recordó y vio que el médico hacia un gesto

afirmativo.

– Hemos estado teniendo dificultades para tratar las úlceras en la piel de la señora King. Por más que

nos apliquemos, ya son cinco años en ese estado – dijo el médico con suavidad. Ella está sufriendo,

usted está sufriendo… Sé que no quiere escuchar esto, pero tiene que prepararse mentalmente para

dejarla ir. Nathan negó mientras sus ojos se cristalizaban.

– No puedo… justed no entiende, esto es mi culpa, yo la puse en esa cama! – No, no lo es. Los

accidentes pasan, señor King. Ya todos piensan que está muerta, usted no la está ayudando, ese

sentido de culpabilidad que carga solo está alargando el sufrimiento de esa pobre mujer… 2

-¡Hay personas que han despertado del coma! -replicó Nathan, desesperado.

– Pero este no es un coma cualquiera, empezó como un Glasgow 3, con los años ha escalado a un

estado vegetativo y ya está necesitando soporte vital. Tenemos que lidiar con trombosis en sus piernas

todos los meses, infecciones, úlceras en su piel… Su cuerpo ya se rindió, y sus últimos estudios la

ubican a un paso de la muerte cerebral.

-¿Y qué quiere? ¿Que termine de matarla? -gruñó Nathan con impotencia.

El médico puso frente a él unos folletos con el nombre de una clínica suiza llamada Exit.

-No se trata de eso, señor King. Lo único que queremos es lo mejor para ella y también para usted. Si

usted no puede tomar la decisión, entendemos, pero debemos hacer algo por que el sufrimiento de la

señora King por fin termine –

dijo con suavidad—. Yo podría alentarlo a que mantenga esta situación, piense en cuanto me

benefician sus contribuciones a esta clínica, pero por encima de todo hice un juramento de velar por la

salud de mis pacientes y ahora mismo siento que usted es el más afectado en todo esto. Nathan se

echó atrás en su asiento y se mesó los cabellos con el corazón encogido.

-No puedo… – Por favor, revise esto y reflexione. Si después de ver este material no cambia de idea,

le daré todo el apoyo que necesite, pero debemos considerar las alternativas. Sé que no es una

decisión fácil, menos cuando se amó tanto a una persona y se lleva años lidiando con esto…

Nathan no respondió, su mente rebotaba en todas las posibles opciones y todas lo hacían sentirse

horrible. Era imposible decidir algo así, pero tampoco podía ignorar la realidad de la situación. Se

sentía atrapado.

-Hay una clínica en Suiza -dijo finalmente el médico-, ddesde hace muchos años ayudan a casos

similares. Tienen los mejores psicólogos para usted, y una opción más digna para la señora King que

morir lenta y dolorosamente. – ¿De verdad no cree que ella despierte? -preguntó Nathan en voz baja. -

Su condición solo ha empeorado en los últimos cinco años. Entiendo su sentido de responsabilidad,

señor King, pero tenga la tranquilidad de saber que hizo todo lo posible por ayudarla. El médico

extendió su mano y Nathan la estrechó firmemente mientras tomaba los folletos y se dirigía fuera de la

oficina. Buscó la habitación 4, una que ya conocía muy bien, y se sentó junto a aquella mujer. Nathan

miró alrededor, la habitación esta iluminada y fresca, y las máquinas a las que estaba conectada la

mujer pitaban si parar. Miró los folletos que tenía en las manos. Exit se trataba de una opción legal

para aquellos que ya no podían soportar más el sufrimiento, para los casos sin solución.

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– ¿Cómo podría hacer esto…? – murmuró Nathan, con los ojos llenos de lágrimas -. Benson cree que

seré libre del dolor y la angustia, y que tú podrás descansar en paz… ¿De verdad será así?

Miró el rostro pálido de aquella mujer de treinta años, parecía como si el tiempo se hubiera detenido

en ella. Estuvo allí, en silencio, hasta que se hizo de noche, pero cuando se fue y el doctor Benson

volvió a entrar, se encontró los folletos en el bote de la basura, como una clara respuesta de que

Nathan King no era capaz de solucionar aquella situación.

Cansado, sombrío, triste, regresó a su casa y Meli lo vio pasar hacia su cuarto. Nathan se dio una

larga ducha, se puso un pantalón cómodo de algodón y una playera oscura y se sentó frente a la

chimenea de su despacho, como si el fuego pudiera darle la respuesta.

Cinco minutos después, sin embargo, Sophia entraba como un pequeño huracán y se ponía a

mostrarle cómo estaba preparando a Meli para que fuera también a la escuela. Nathan se dejó

contagiar por la alegría de su hija, cenó con la familia y poco después la arropaba para que se

durmiera mientras Amelie le leía un cuento.

Nathan miró a la muchacha de reojo, rogando por no encontrar ni un solo rasgo que le dijera que no

estaba sustituyendo a una mujer por otra… pero la verdad era que no lo había. Meli era algo

completamente diferente a lo que él había conocido en su vida y quizás eso fuera lo único que lograra

calmar su culpabilidad.

Se sorprendió un poco cuando la vio entrar minutos después al despacho, se sentó en el sofá en

silencio y tiró de él para que apoyara la cabeza en sus muslos. Ninguno de los dos dijo una sola

palabra, solo se quedaron allí, mirando al fuego mientras Meli le acariciaba el cabello a aquel hombre

triste hasta que lo sintió respirar con normalidad, dormido. Lo cubrió con una manta y lo miró por un

largo segundo. “Supongo que tú también tienes tus problemas sin solución, ¿verdad, ogruto?” penso

antes de irse a su habitación. 3

3

Por raro que pudiera parecer, aunque Nathan despertó en el sofá, al menos durmió más tranquilo esa

noche.

Al día siguiente repartió a sus chiquillas, cada una a su escuela; Sophi le dio beso en la mejilla antes

de irse y cuando Nathan se detuvo en la universidad Meli levantó una ceja sugerente.

– ¿Yo también te tengo que besar en la mejilla?

-No es obligatorio pero si qui… -se interrumpió cuando la vio inclinarse hacia él y darle un beso

nervioso en la mejilla antes de bajarse del auto. Sonrió sin poder evitarlo y trató de superar aquel día,

tal como hacía cada vez que visitaba aquella clínica. Pero si Nathan King necesitaba distracciones,

pocas horas después conseguiría una muy poco agradable, cuando su asistente le anunció que

Stephanie Wilde había llegado a recoger a Sophia. . El CEO apretó los dientes, sin imaginar cómo

tenía tanta desvergüenza como para presentarse ante él, pero luego una idea cruzó por su mente, y

forzó la sonrisa más falsa de su vida mientras le ordenaba a su asistente: . . – Hazla pasar. •