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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 146
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CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 33. ¿Tienes idea de lo que puedo llegar a hacerle?

Era como una patada en el estómago, una que le sacaba el aire y lo llenaba de rabia al darse cuenta

de que aquella era la voz de Martin Prescott.

-¿¡Qué le hiciste a Maddi!? ¿Dónde está!? -gritó furioso pero no necesitó preguntar dos veces porque

el llanto de los bebés de fondo le decían que estaba en los cuneros.

-Sobra decirte que no llames a la policía -replicó Martin-. Tengo cuatro bebés y a tu mujer, así que te

voy a dar un rato para que pienses cuánto estás dispuesto a negociar.

Colgó la llamada y James se giró hacia su madre, que lo miraba con expresión asustada.

-Es Martin Prescott, tiene a Maddi y a los cuatro bebés, está en los cuneros, llama a mi padre, voy a

buscar a Sibar -le dijo antes de quitarse el saco y la corbata y salir corriendo de la casa.

James corrió hacia el pequeño edificio de seguridad y Sibar se quedó impactado cuando su jefe le dijo

que Martin había logrado acceder a la propiedad.

-¡Pero es que…!

-¡Ahora mismo no me importa cómo lo hizo, Sibar! declaró James porque sabía que él había sido el

primero en confiarse de la ausencia de Martin-. Lo que quiero es sacarlos sanos y salvos.

Sibar cerró los ojos por un momento, concentrándose y luego levantó el teléfono, llamó a la directora y

comenzó a dar órdenes. Había que sacar a todos los niños de la escuela, Meli organizó una visita

relámpago a uno de los parques naturales de la ciudad y en menos de diez minutos los autobuses

estaban saliendo de la propiedad incluso con los niños más pequeños.

Afuera de la escuela solo quedaron Sibar, James y sus padres, pero apenas el último autobús había

alcanzado la carretera cuando una camioneta negra entró por el camino a la propiedad, levantando el

polvo.

-Yo lo llamé, estaba en la ciudad así que lo llamé -le dijo Nathan cuando la todoterreno estacionó junto

a ellos y vieron bajarse a Aaron.

Venía molesto y sombrío y el saludo se limitó a un apretón de manos antes de que abriera la cajuela

de la camioneta y le lanzara a Sibar un chaleco antibalas.

-¿Qué sabemos además de que tiene a cuatro bebés y a Maddison? -preguntó-. ¿Está armado?

Pero antes de que James fuera a acotar algo porque el chiquillo se había hecho cargo de aquello,

Nathan apretó su brazo y negó.

-Sibar tiene más experiencia que el niño -susurró James, preocupado.

-La agencia de seguridad “es” del niño -replicó su padre en su oída. Y escuché de muy buena fuente

que sabe lo que hace.

Un segundo después Sibar le explicaba a Aaron la disposición.

-Los bebés están en el segundo piso, el cunero tiene una sola puerta de entrada y salida, solo nos

quedan las ventanas, que ni se molestó en cerrar porque finalmente son de cristal y sabe que no le

dispararemos… pero igual no sabemos qué está pasando adentro, señor.

A James casi se le desprendió la quijada cuando escuchó a Sibar llamarlo “señor“, pero un segundo

después supo por qué.

-Sube al techo de la camioneta, ahora te paso unos buenos ojos -le ordenó Aaron y Sibar obedeció de

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inmediato.

Un segundo después veían al muchacho armar un rifle de francotirador, un CheyTac Intervention y

alcanzárselo a Sibar como si no pesara catorce kilos. El hombre se acostó boca abajo en el techo de

la camioneta y apuntó al segundo piso.

-Tengo ojos, jefe. No veo armas en sus manos pero lleva chaqueta, puede tenerla debajo -le fue

informando Sibar.

-Bien. No puedes disparar con los bebés dentro, pero mantenme informado -dijo lanzándole un

audífono que Sibar se puso de inmediato.

Aaron se quitó todos los arneses y cinturones donde llevaba armas y las dejó en la camioneta.

-Señor King, necesito que mantenga a Martin pegado a la puerta -le dijo-. Concentrado en la puerta, si

me entiende, porque yo voy a subir por atrás.

-¿Por la pared? -preguntó James.

-Hasta una de las ventanas, si señor.

-¿Desarmado? -insistió James.

-Incluso una bala de goma puede matar a un bebé -le explicó Aaron-. Es un riesgo que no podemos

correr. Pero no se preocupe, vamos a sacar a todos de ahí a salvo. Solo tiene que decirme cómo lo

quiere. -James frunció el ceño sin entender y el muchacho sonrió-. ¿Golpeado, lisiado o en una bolsa

para cadáveres?

James apretó los dientes.

-De preferencia que pueda caminar hasta la cárcel -gruñó.

-Haré lo que pueda -sentenció Aaron entregándole un audífono para que se lo pusiera-. Pero no le

prometo nada.

Echó a andar hacia el patio posterior mientras James subía las escaleras desde la entrada principal e

iba a pararse frente a la puerta del cunero.

-¡Martin! -espetó golpeándola y adentro escuchó la voz de Maddi.

-¡James!

-¡Maddi! ¿Estás bien!? -exclamó asustado, pero fue Martin quien le contestó.

-Está bien por ahora, pero que siga bien solo dependerá de ti, porque te advierto que te la puedo

enviar afuera por una de las ventanas. ¿Eso es lo que quieres? -ladró.

-¡Lo que quiero es que me digas de una maldit@ vez por qué estás aquí y qué tengo que hacer para

que te largues! -gruñó James.

-¿¡Qué quiero!? -replicó Martin-. ¡Nada del otro mundo, solo lo que me quitaron! ¡Tú, estúpido imbécil,

me lo quitaste todo! ¡Y ahora me lo vas a devolver con creces! La verdad -dijo Martin en un tono más

bajo y amenazador que hizo que James se estremeciera de pies a cabeza-, es que quiero hacerte

sufrir tanto como pueda….

James apretó los dientes mientras en el audífono escuchaba los jadeos cortos y concentrados de

Aaron, que se impulsaba trepando la pared.

“Mantenlo concentrado en la puerta“, escuchó el susurro. “Si tienes la lengua de tu hermana te

garantizo que puedes hacer enojar hasta a un santo“.

James asintió con un gruñido y volvió a gritar:

-¡Martin! ¡Tú y yo sabemos que lo único que podrías llevarte de aquí es dinero! -le espetó-. ¡Así que

dime si te lo entrego en efectivo o si quieres que te haga otro chequecito sin fondos!

Adentro se escuchó un rugido sordo y luego un chillido.

Maddi peleó para alejarse pero Martin la agarró del cabello y la arrastró a la puerta, haciendo que se

golpeara la cabeza con ella.

-¡Maddi! -gritó James golpeando la puerta desde afuera-. ¡Suéltala, desgraciado! ¡Maddi!

-¡Quiero efectivo! -ladró Martin-. ¡Y quiero que te calles la maldit@ boca o si no te la voy a entregar

más usadita de lo que ya estaba cuando la recogiste!

-¡Sueltame! -gritó Maddi pateándolo para alejarlo, pero solo se ganó otra bofetada que la mandó al

suelo.

Quería golpearlo de regreso, pero no podía arriesgarse a que se desquitara con los bebés.

-¡No la toques! ¡No la toques, infeliz! -rugió James golpeando la puerta- ¿Cuánto quieres? ¡Dime

cuánto quieres!

-Diez millones en efectivo y garantías de que no se me investigue ni se me persiga por este asunto-

respondió Martin.

-¿Y crees que voy a dejarte ir tan fácil? -le gritó James.

-¡Pues es eso o te quedas viudo antes de casarte! -replicó Martin-. Diez millones sin marcar y un auto.

-¡Déjame ver a Maddi! ¡No voy a darte nada si no veo a Maddi! -replicó James.

-Bueno no puedo dejar que la veas, ¿pero qué tal si la escuchas? ¿Quieres escucharla, James? –

siseó acercándose a Maddi y arrinconándola contra una de las paredes de la habitación. Maddi se

aferró a la pared con desesperación mientras Martin le acercaba su rostro deforme-. ¡Escúchala! -

rugió, riendo entre dientes-. ¿Tienes miedo, James? ¿Crees que seguirá soportándote después de

estar conmigo otra vez ?

Maddi podía sentir su aliento caliente en la cara y las náuseas la invadieron, haciendo que sus manos

temblaran mientras escuchaba el furioso griterío de James al otro lado de la puerta. Su mente se llenó

de terror imaginándose qué intentaría hacer Martin con ella, pero antes de que le pusiera un solo dedo

encima, Maddi solo alcanzó a ver algo que parecía demasiado rápido para ser un puño humano.

Sin embargo ese puño impactó en la mandíbula de Martin, justo debajo de la oreja, y lo mandó

rodando al suelo, y luego Maddi vio a Aaron levantar al hombre del piso y empujarlo frente a él antes

de sisear un furioso:

-¡Quitate de la puerta, James!

James se quitó apenas a tiempo para ver las dos hojas de la puerta abrirse de un golpe, con la

cerradura rota mientras el cuerpo de Martin caía revolcado a unos cuantos metros. Sobre su pecho se

marcaba la tierra de una bota de Aaron, indicando que había sido una patada suya la que lo había

hecho volar.

-¡Los bebés! -y aquellas dos palabras fueron una orden.

James entró corriendo y se agachó junto a Maddi, que se había dejado resbalar por la pared de la

impresión.

-¡Nena! ¡Nena, mírame, estás bien! ¿Estás bien?

La puso de pie, revisando rápidamente su ropa, que estaba intacta, pero ella parecía un poco en

shock y no era para menos.

-¡Hay que sacar a los bebés de aquí, Maddi, vamos! ¡Vamos!

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Maddi asintió, sacudiendo la cabeza como si saliera de una pesadilla y de inmediato corrieron hacia

los cuneros. James puso dos bebés en sus brazos y él tomó los otros dos para luego salir hacia la

escalera principal.

Desde lejos James vio cómo Martin trastabillaba y trataba de escapar de Aaron, que lo golpeaba cada

tanto, como si estuviera disfrutando el hecho de noquearlo poco a poco.

En contados segundos estaban junto a Meli y Nathan, y sus padres los ayudaron a llevar a los bebés

hasta su cabaña, donde los acomodaron en la cama.

-Maddi, amor dime que estás bien. Mírame -le suplicó James aterrado, pero ella solo se abrazó a su

cuerpo, respirando pesadamente pero llena de alivio.

No tenía nada más severo que un par de bofetadas y un labio roto, pero ella y los bebés ya estaban a

salvo. Las lágrimas corrían por su rostro, pero no estaba lastimada y los bebés estaban bien.

-Gracias por ir a salvarnos -murmuró Maddi contra su pecho.

-Yo no hice nada nena, solo distraer -replicó James, pero eso le recordó que tenía una cuenta

pendiente-. Amor, necesito que te quedes aquí con mis padres, por favor.

Maddi negó, asustada.

-No, espera… ¿qué vas a hacer? -le preguntó angustiada.

-Nada, solo llevar al infeliz de Martin a la cárcel, va a estar pudriéndose en una celda por el resto de

sus dias -gruñó James antes de darle un beso en la frente y dejarla con Meli y Nathan para correr

afuera.

Llegó junto a la camioneta y le preguntó a Sibar.

-¿Dónde están?

-El idiota está tratando de escapar de Aaron, está subiendo a gatas la torreta norte -respondió el

hombre mientras enfocaba su mirilla.

James corrió hacia allá y subió los peldaños de dos en dos, solo para llegar al techo y ver que

efectivamente Martin tenía la cara ensangrentada y huía desesperadamente de Aaron. A veces hacía

un intento inútil por atacarlo, pero apenas vio llegar a James cuando un rugido sordo se escapó de su

pecho y trató de embestirlo, Sin embargo Aaron fue más rápido y lo empujó al borde sosteniéndolo de

la chaqueta mientras lo inclinaba peligrosamente sobre el vacío.

Los dedos de Martin se cerraron con desesperación sobre sus muñecas

-¡No me sueltes… no…! -gritó.

-Nadie va a soltarte -gruñó James-. ¡Vas a ir a la cárcel, que es lo que te mereces, y me voy a

asegurar de que pases el resto de tu vida sin ver la luz del sol!

-¿Y crees que eso va a detenerme? -le espetó Martin y tanto James como Aaron fueron capaces de

ver aquel odio concentrado en sus ojos, el odio y la determinación de un hombre que ya no tenía nada

que perder-. ¿Y qué si voy a la cárcel? ¿Crees que no puedo vengarme desde ahí? ¿Crees que no

conozco tus debilidades, imbécil? -escupió con rabia-. Me metí en tu fortaleza sin que te dieras cuenta,

igual puedo destruir cualquier cosa que ames, y a cualquier persona.

Las manos de Aaron se tensaron alrededor de aquella chaqueta y suplicó para que no dijera lo que

estaba imaginando.

-221A Worcester St, en Oxford. El departamento donde vive tu hermanita es muy lindo. ¿Tienes idea

de lo que puedo llegar a hacerle? – siseó con una risa maligna-. La dejaría irreconocible incluso antes

de que pudieras hacer nada…

Aaron lo acercó con un gruñido bajo y murmuró en su oído.

-Tienes razón, él no podría hacer nada… pero yo sí. Y eso fue lo último que dijo antes de que sus

manos se abrieran.