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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

CAPÍTULO 86
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JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 3.

Un bárbaro muerto Rex se sentó en su cama con cansancio. El sol ya había salido y él apenas había

podido dormir. A ver, era un mujeriego, pero algo de vergüenza sí que tenía, y se sentía apenado

porque Gloria hubiera hecho aunque fuera un mínimo escándalo en la exposición de Abby, al final

ninguna de las dos era nada suyo, pero Abby no tenía por qué soportar las insolencias de Gloria solo

porque él le hacía el favor de cogérsela una vez al mes.

–¡Ay, Rex! ¡En qué problemas te metes! —respiró profundo y se arregló de inmediato para salir.

Quería llevar a Abby a desayunar, como disculpa, pero apenas entró a la galería se dio cuenta de la

conmoción que había dentro.

La gente hablaba en murmullos y hasta había policías rondando por el lugar.

– ¿Qué fue lo que pasó? – le preguntó a la persona que tenía más cerca.

–Sabotearon una de las exposiciones – le respondieron – Destrozaron la sala, pobrecita la artista, es

horrible lo que le hicieron, como destruyeron su trabajo... A Rex se le puso el corazón en la boca solo

de pensar que podía ser la de Abby y corrió hacia la sala tres solo para confirmar sus peores

sospechas: La exposición de la muchacha estaba completamente destrozada. Rex sintió una oleada

de tristeza y rabia al ver los daños causados a la exposición. La sala estaba desordenada, con los

cuadros esparcidos por el suelo, las salpicaduras de pintura en aerosol cubriendo todas las

superficies, el piso manchado y las fotografías destrozadas e irreconocibles. Tratando de mantener la

calma, Rex se acercó a Abby, que estaba apoyada en una pared con los brazos cruzados. Podía ver

las lágrimas en sus ojos, pero sabía que eso era pura impotencia.

– Siento mucho que haya pasado esto – dijo en voz baja—– ¿Estás bien? Abby asintió lentamente,

mientras clavaba en él unos ojos furiosos.

– Lárgate de aquí – siseó.

– Abby... –Vamos a dejar algo claro. Todo mi trabajo quedó destruido en un instante solo porque una

de tus tantas mujeres no ha entendido que no sirves más que para follarte al pueblo y que ella es una

de tantas...

– ¿Entonces fue Gloria? – preguntó Rex porque ya lo sospechaba. – No se le ve la cara, pero no hay

que ser adivino cuando lo que sale en el video es una vara de tumbar gatos–siseó Abby y él se mesó

los cabellos con un gesto de impotencia.

–¡Lo lamento! ¡Yo nunca quise..! ¡Maldición! ¿cómo lo arreglo? –No lo puedes arreglar. La exposición

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se arruinó, solo voy a recoger mis cosas y largarme de esta maldit@ ciudad –gruñó ella pasando a su

lado y Rex sintió como si se estuviera abriendo un abismo bajo sus pies. ¡No podía irse, él no quería

que se fuera, todavía no!

—¡No! ¡Espera, espera! ¡Podemos arreglarlo! – Rex corrió tras ella y la interceptó en plena calle–.

¡Abby, espera! ¡Podemos arreglarlo! –repitió tomando sus manos en las suyas.

–¿Cómo? –preguntó Abby mirándolo a los ojos–. No tengo cómo sacar de nuevo todas esas fotos.

Todo mi trabajo, todas esas horas y esfuerzo... todo se fue al demonio por... Por su culpa, él lo sabía y

agradecía que ella tuviera el autocontrol para no gritárselo en la cara de nuevo.

–Fue un gusto haberte conocido Rex, pero probablemente soy la primera mujer a la que le da todavía

más gusto decirte adiós. ¡Adiós! Abby lo esquivó para irse y él volvió a interceptarla.

–¡Espera, yo puedo volver a sacar las fotografías! ¡Yo puedo hacer que esta noche tu exposición

reabra tal como estaba ayer! ¡Por favor! Ni siquiera él sabía por qué estaba tan desesperado, pero

Abby negó.

– ¡No es tan simple! ¡Hace falta un estudio especializado para sacar fotos de tres por tres metros! ¡No

cualquiera hace eso, Rex! – le espetó ella y él la tomó por los hombros, intentando calmarla.

–El mejor estudio de fotografía de esta ciudad está en King‘s Holding Corporation, la empresa de

publicidad, y yo tengo acceso a él. Solo déjame hacer una llamada. La vio dudar un momento y luego

asentir. Sacó su teléfono y llamó a Nathan, y recibió exactamente la respuesta que esperaba. Él

avisaría al estudio para que lo ayudaran de inmediato si ella tenía los archivos originales. La empujó

hacia su auto y la hizo subir mientras conducía hacia uno de los edificios del Grupo KHC.

Apenas entraron los llevaron con el director de fotografía, pero en lugar de encontrarse una oficina

completamente pulcra y ejecutiva, los llevaron con un hombre que estaba acostado sobre una

carretilla de las que se usaban para meterse debajo de los carros en los talleres mecánicos, con medio

cuerpo metido debajo de una de las enormes impresoras.

Abby ladeó la cabeza cuando lo vio, con aquel trocito de abdomen a la vista lleno de cuadritos y el

pantalón marcándole un paquete respetable. 1

–¿Quieres disimular? – siseó Rex en su oído. – No, gracias – respondió ella y alguien tocó una pierna

del hombre para llamar su atención. El director de fotografía salió de debajo de la máquina

limpiándose las manos de tinta con un paño húmedo, y sonrió al ver a Abby frente a él.

–Hola, qué tal –sonrió. Era alto, con músculos definidos y cabello largo y lacio recogido en un moño

desgreñado, tenía toda la pinta de un artista–. Disculpa que no te salude, no te quiero ensuciar.

– Tú ensúciame sin pena –respondió Abby alargando la mano y el tipo la estrechó con un ronroneo.

– Connan–se presentó.

–¿Como El Bárbaro?

—Peor que él —se rio el hombre y Rex estaba a punto del colapso. La había llevado para resolver su

problema y ella estaba coqueteando descaradamente en sus narices con el director de fotografía del

grupo KHC–. Me dijeron que necesitas ayuda, muéstrame. Después de eso solo hubo una

conversación llena de detalles técnicos que Rex no entendió para nada, y finalmente parecieron

ponerse de acuerdo. Connan se subió las mangas con gesto decidido y detuvo al primero que le pasó

por el lado. –– Dile a mi asistente que no voy a estar disponible en todo el día, tampoco el cuarto de

revelado. –Luego pasó un brazo alrededor de la cintura de Abby y le señaló una puerta Vamos,

tenemos trabajo.

–Espera, ¿no lo puedes hacer tú solo? —lo detuvo Rex.

– Puedo, pero no quiero, además ella tiene que supervisar, son sus fotografías. Te diría que ayudes

pero me imagino que no sabes absolutamente nada de revelado fotográfico. ¿O sí, Rex?

El exfutbolista cruzó los brazos, ¿este de dónde lo conocía que lo llamaba por su nombre? Pero antes

de que pudiera ponerse a protestar Abby se acercó a él.

– Necesito marcos. ¿Puedes ayudarme con eso? Los anteriores los conseguimos en esta dirección. —

Le pasó una lista detallada de lo que necesitaba y luego le agradeció antes de seguir a Connan a

aquella habitación.

Rex no tuvo más remedio que hacer lo que le pedía, pero en todo el tiempo no dejaba de imaginarse a

Abby con el ofrecido de Connan en el cuarto oscuro de revelado... ¿porque eso era oscuro, no? Tuvo

que hacer un esfuerzo por controlarse y consiguió los marcos. Para las dos de la tarde comenzaron a

salir las primeras fotografías y las montaron a toda velocidad en una de las salas de trabajo del

estudio. Abby estaba emocionada y agradecida, pero en vez de colgarse del cuello de Rex, apoyaba la

cabeza de cuando en cuando en el brazo de Connan y reía.

–¡Es que la mato! ¡No se puede ser más obvia! –rumiaba Rex para sí mismo. 1

Por fin a las cinco un camión salió con toda la colección en dirección a la galería y Abby agradeció

toda la ayuda antes de despedirse.

– ¿Puedo invitarte a salir? – preguntó Connan cuando estaban a punto de atravesar la puerta y tanto

Abby como Rex se giraron.

– ¿A mí? —preguntó ella. –Sí, por supuesto. Te preguntaría si tienes novio, pero viendo con quién

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vienes, estoy seguro de que no – dijo Connan y Rex casi abrió la boca con dramatismo.

– ¿Disculpa, nos conocemos? – lo increpó. –Yo hago toda la publicidad de los Patriots – respondió

Connan con fastidio–, así que he tenido tiempo de escucharte hablar sobre cómo tú no tienes ni

mantienes novias. — Rex apretó los dientes y él le sonrió con sorna, tomando la mano de Abby y

poniendo en ella una tarjeta–. Entonces, Abby, cuando quieras ir por algo de tomar, estoy a tu entera

disposición.

– Gracias... te llamaré – aseguró ella y salió de allí mientras a Rex casi se le desprendía la quijada. Se

subieron al auto y Abby se dio cuenta de que el ex futbolista estaba colorado de la rabia,

como si fuera a explotar de un momento a otro.

–;“Te llamaré“? ¿i“Te llamaré!? – la increpó mientras conducían para volver a la galería.

–Estaba siendo educada, Rex –dijo Abby con calma.

––¿Entonces no lo llamarás?

–Es probable que sí lo haga. Me gusta su cerebro, es un hombre inteligente y se nota que no tiene

escasez de centímetros –respondió ella encogiéndose de hombros y Rex la miraba como si le

estuviera creciendo otra cabeza. 2

– ¿Pero es que tú no tienes vergüenza? ¿Cómo vas a llamarlo si estás..? – Se detuvo cuando la

escuchó estallar en carcajadas en medio del auto.

– ¡Terminalo! ¡Quiero oírte terminar esa frase! Estoy ¿qué? ¿Saliendo contigo? – lo increpó ella muerta

de risa y Rex no supo por qué, pero aquello le sentó como una patada en el estómago. Piensa muy

bien en lo que vas a decir a continuación, Rex Lanning – lo provocó Abby inclinándose hacia su

asiento– ¿Estamos saliendo tú y yo? ¿Me estás pidiendo algo medianamente parecido a la

exclusividad sexual? 3

Rex estacionó frente a la galería y solo se quedó mirando al tablero del auto mientras ella se lo comía

con los ojos.

– Respóndeme. ¿Estamos saliendo tú y yo, Rex? –insistió. –No–gruñó él por lo bajo y ella asintió.

– Bien. Entonces aquí es cuando yo te doy las gracias por salvar mi exposición. Ten tu besito en la

mejilla de recompensa –se inclinó y lo besó con sensualidad—. Y te invito a que vengas todas las

noches siempre y cuando no me des problemas. 1

Le hizo un guiño coqueto y salió del auto, y Rex no supo como manejar aquel horrible sabor de boca.

Todavía no sabía qué demonios le pasaba con ella, pero lo descubrió tres horas después, cuando

regresó a la exposición y lo primero que encontrójfue al maldito greñudo! jhaciéndole ojitos a su chica!

jotra vez! 3

–¡Hoy va a haber un bárbaro muerto en esta galería! —siseó.