Capítulo 125
Ya que Elías no quería irse, Anastasia decidió que ella se retiraría. Tomó su bolso y estaba por irse cuan
do Elias alzó una ceja y extendió su largo brazo para tomarla de la muñeca y jalarla hacia sus brazos. A
nastasia perdió el balance y de inmediato cayó de cara sobre su pecho. Luego, levantó la mirada con en
fado cuando de pronto sintió su respiración sobre su cara. Elias fijó su mirada en su rostro y había un to
que de burla en su mirada mientras ella intentaba empujarlo.
– No juegues conmigo, Elías! ¡Suéltame!
—¿Y qué si no lo hago?
Elias comenzó a jugar con ella.
«Ella fue quien me hizo sentir en conflicto toda la noche. Ni siquiera tenía la capacidad mental para pre ocuparme por otra cosa que no fuera ella durante la cena de hoy. Esta vez, ha llegado a mi limite
–Elías… –dijo Anastasia mientras continuaba empujándolo.
Elías llevaba una camisa blanca de seda y Anastasia podía sentir sus
músculos firmes contra su palma mientras lo empujaba. De pronto, Elías rodeó sus brazos alrededor de
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Anastasia estaba perdiendo la cabeza.
«¿Qué está intentando hacer este hombre? Cualquiera puede abrir la puerta en cualquier momento y mi
reputación quedará arruinada si nos ven así. Si eso sucede, el rumor de que yo intenté seducir al joven
de la familia Palomares se propagará como fuego»
Mientras ella continuaba forcejeando para salir de su agarre, Elías admiró sus bellas facciones en silenci
o. Su mirada cayó sobre sus labios rojos; el labial que había usado ese día la hacia ver especialmente li
nda, pues el color hacía que sus labios lucieran gruesos y brillantes. El podía sentir cómo su corazón se
agitaba y sentia la tentación de saber cómo sabían sus labios. De pronto, Elías debilitó su agarre y Anas
tasia creyó que podia escapar, pero el hombre la tomó de su cintura y de su nuca. Su agarre era firme y
dominante mientras que su mirada se volvió peligrosa.
La frustración hervía dentro del pecho de
Anastasia mientras los labios de Elías se acercaban a los de ella. Justo cuando estaba por besarla a
la fuerza, ella levantó su mano derecha para arrojarla hacia su rostro. iZas! El sonido de la bofetada fue
aún más fuerte y crujiente en la
habitación pequeña. Luego de un momento, apareció una marca roja en el rostro atractivo de Elias. Par
ecía que el aire se congelaba mientras la mirada de Elías se volvía cada vez más oscura. Había una mir
ada feroz en los ojos de Anastasia; como si fuera un fénix fiero que estaba observando a su presa.
–Atrévete a besarme de nuevo.
Anastasia ya no quería que el siguiera aprovechándose de ella y quería que supiera
que no era alguien con quien podía meterse. Sin embargo, ella acababa de terminar de hablar cuando el
hombre perdió su temperamento y usó todas sus fuerzas para arrojar a Anastasia hacia el sofá. Luego,
se subió encima de ella antes de inclinarse para presionar su palma contra su nariz y sus
11: —– Acanterinnerndin wannien
«iEste bastardo me está sofocando! ¿Acaso quiere que le dé otra bofetada?»
La mano derecha de Anastasia estaba inmovilizada por Elías, asi que levantó su mano izquierda para h
acerlo. Sin embargo, el hombre la tomó por la muñeca y luego la puso arriba de su cabeza. Luego, presi
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ando toda la energía; sus labios y sus dientes castañeteaban y Anastasia se sentía como un gatito domi
nado por la fuerza y calor corporal de Elías. Al final, él la dejó ir y Anastasia por fin encontró las fuerzas
para regañarlo.
–iEres un bastardo, Elías! ¡Eres un pervertido! –gritó Anastasia. Sin
embargo, Elías solo se levantó para retirarse. Luego de salir, Anastasia tomó algunos sorbos de agua mi
entras pensaba en la bofetada que le había dado antes.
«¿Por qué no lo golpeé un poco más fuerte? Bueno, todos saben que seguro el joven Elías será la elecci
Anastasia estaba contemplando si retirarse de la fiesta o no cuando su teléfono comenzó a sonar. Ella ob
–Hola, señora Palomares – dijo Anastasia en un tono serio.
–¿En dónde estás, Anastasia? ¿Por qué no te he visto? —preguntó Eva.
–Estoy descansando en una de las habitaciones del segundo piso –respondió Anastasia.
–Yo estoy en el primer piso. ¡Apresúrate y ven! Me gustaría verte – dijo Eva con un tono gentil pero firme. Anastasia sintió que su corazón se detuvo mientras pensaba:
«No creo que la señora Palomares sepa que acabo de golpear a su nieto favorito, cierto? »