—Compórtate, ¿sí? —Elías le acarició la cabeza con suavidad. En ese instante, Helen sintió que
estaba en la luna, satisfecha de haberse ganado el favor de Elías. A diferencia de Anastasia, Helen se
sintió halagada por el repentino privilegio que llegó a su vida; sin embargo, decidió dejar de insistir al
instante debido a su temor por las consecuencias que podría generarle la codicia. Además, esperaba
ganarse el corazón de Elías con su carácter apacible. Intentó ser lo más amable posible, ya que no
tenía la buena apariencia que podía impresionar a un hombre. Tras pensar que ganó la batalla, creyó
que Anastasia sería despedida pronto y se tranquilizó. En cuanto Helen se perdió de su vista, Elías
tomó el teléfono y marcó por el intercomunicador: —¿Diga? —sonó la voz de Anastasia. —Ven a mi
oficina, ahora mismo —indicó el hombre con una voz que parecía enfadada. Al mismo tiempo,
Anastasia respiró profundo en su oficina, creyendo que su destino estaba sellado, preparándose para
lo peor. «Bueno, solo renunciaré y me iré de Burgués en el peor de los casos», pensó. En seguida,
ella tomó el ascensor hacia el octavo piso y se dirigió a la oficina del presidente, donde tocó a la puerta
y entró. Mientras tanto, Elías estaba sentado en su silla, desprendiendo un aura intimidante que
llenaba el ambiente. —Dame una explicación —cuestionó el hombre, como su jefe, a Anastasia sobre
el arrebato violento. Anastasia entrecerró los ojos, creyendo que no había motivo de que se lo
explicara, ya que suponía que solo le creería a su novia, Helen, sin duda alguna. —¿Quién es Helen
para ti? —le preguntó Anastasia, frunciendo las cejas. —¿No te has ubicado, Anastasia? Eres mi
empleada y, como estás equivocada, será mejor que tú seas quien responda mis preguntas —
respondió Elías. Al saber lo que le intentaba decir el hombre, Anastasia frunció los labios hacia
arriba. —Ya viste lo que pasó. Le di una cachetada en la cara, así que ¿qué otra explicación quieres
que te dé? —¿Por qué querías golpearla? ¿Fue porque ella quería quejarse de ti? —Fue algo
Follow on NovᴇlEnglish.nᴇtpersonal, por la misma razón que vino a verme. Sé que fue mi culpa ponerme física con ella, pero se
lo buscó. —Anastasia se mantuvo firme, negándose a echarse atrás. Elías observó a Anastasia con
una mirada confundida, preguntándose si la razón de su carácter irracional se debía a la muerte de su
madre o al cuestionable método de crianza de su padre. —Si estás dispuesta a aceptar tu error, te
prometo que te dejaré libre, Anastasia. —¿Admitir mi error? O sea, ¿me estás pidiendo que le pida
disculpas a Helen? —preguntó ella, soltando una risita sarcástica y apretando la mandíbula—. No hay
manera de que haga eso. —Anastasia, esta es una oficina, no un lugar para que ajustes tus cuentas
personales con otros —la sermoneó Elías con furia, encontrándose en la difícil posición de intentar
razonar con la hija de su salvavidas. Además, Helen era la mujer que él creía haber perdido y buscado
durante los últimos cinco años. —En ese caso, presentaré mi renuncia —le contestó Anastasia con el
corazón endurecido tras tomar su decisión, pensando que debía marcharse y dejar sus problemas
atrás, pensando: «Bien, renunciaré». —Quédate donde estás, Anastasia —le gritó el hombre.
Anastasia se detuvo en seco sin mirar hacia atrás porque ya no quería verle la cara. Ahora que sabía
que él era novio de Helen, no podía evitar enojarse con solo mirar a Elías. «¡Qué desperdicio, Elías!
Eres un hombre tan apuesto, pero estás ciego por desgracia», pensó. —No te voy a despedir. Puedes
quedarte, pero debes prometer que no volverá a suceder. ¿Me entiendes? —Él hizo todo lo posible por
mantener a Anastasia en la empresa, ya que estaba obligado por el deseo de su abuela de cuidarla.
Sobraba decir que Anastasia tampoco soportaría dejar su puesto actual debido a su pasión por el
diseño. Además, amaba trabajar en Burgués tras haber trabajado allí por tres años. En seguida, ella
miró hacia atrás y posó la mirada en el hombre, quien se apoyaba con los brazos en la mesa,
advirtiéndole: —Helen no es tan bondadosa como crees. Estoy segura de que no te gustaría caer en
unos de sus trucos algún día, así que mantente alerta cuando estés con ella. —Bueno, tú fuiste la que
recurrió a la violencia —le contestó Elías, entrecerrando los ojos. Sin que él lo supiera, Anastasia
quería hacerle más que solo golpear a Helen; en su interior, ella deseaba poderla matar, pero decidió
quedarse con ese pensamiento ella misma, tomando en cuenta lo mucho que él le preocupa Helen.
Luego, regresó a la oficina, mientras que Fernando no recibió ninguna noticia sobre su despido, lo cual
sorprendió a todos en la empresa. Después de todo, se preguntaban cómo Anastasia logró salvarse
tras golpear a la novia del presidente. Gabriela vino con una taza de café, consolando a su superiora:
—Señorita Torres, ¿se encuentra bien? —Sí, estoy bien. —Anastasia estaba tan furiosa que casi
perdió toda la inspiración, por lo que soltó el lápiz y se sobó la frente—. ¿Qué están hablando allí
afuera? —Debería ignorar sus chismes, señorita Torres. —Dime de qué están hablando. —Están
diciendo que estás respaldada por alguien muy poderoso como para que el presidente Palomares no
te despida. Algunos creen que usted es su amante y que por eso esa señora vino a enfrentarla
después de descubrir su relación con él —contestó Gabriela tras ver la expresión facial de Anastasia.
A esta le pareció gracioso y casi soltó una carcajada, disgustada por la idea de estar con el novio de
Helen, sin importar lo tonta que fuera ella. En un rato, Fernanda la citó en su oficina para sermonearla
sobre los modales adecuados para tratar a los clientes; de lo contrario, se encargaría de hacer que la
echaran de la empresa, a pesar de la decisión de Elías. Aunque Anastasia se quedó sin palabras, no
tenía ganas de explicarle todo porque había mucho de qué hablar sobre ella y Helen. Por otra parte, le
avergonzaba mencionarle a cualquiera lo que le pasó hace cinco años. A pesar de esos
acontecimientos perturbadores, su humor mejoró cuando sonó su teléfono cuando regresó a su
oficina. —¿Diga? —¿Por qué suenas tan agotada? —sonó la voz de un hombre. —Pues porque lo
Follow on Novᴇl-Onlinᴇ.cᴏmestoy. ¿Cuándo volverás? —En unos cuantos días, supongo. Como sea, te tengo buenas noticias.
Habrá una exposición de joyería de alto nivel y añadiré tu nombre a mi lista de invitados. Para
entonces, tendrás una buena oportunidad de explorar la exposición todo lo que quieras; apuesto a que
quizás habrá de tus joyas favoritas. —¿En serio? ¡Qué maravilloso! ¿Cuándo es? —Anastasia se
sintió muy emocionada. —Será este sábado a las 7:00 de la tarde. Tal vez dure dos horas y termine a
las 9:00. ¿Tienes quién te cuide a Alejandro? —preguntó el hombre con preocupación. —Sí, tengo a
quién. Puedo pedirle a mi asistente o a mi papá que lo cuiden. —Anastasia no quería perderse la
grandiosa oportunidad de estar en la exposición de joyería, donde presenciaría las obras maestras de
calidad de algunos diseñadores expertos. —Claro, que te diviertas. Cuando yo vuelva, te invitaré una
buena comida. —No hay problema, ¡te estaré esperando! Anastasia colgó el teléfono justo cuando
una figura atractiva pasó por su cabeza. Resultó que quien la llamaba era su buen amigo, Miguel
Mendoza. Aunque había sido criado con una familia adinerada, ambos se conocieron antes de que
Anastasia regresara al país. Con la creencia de que todo el mundo se encuentra con alguien que le
ayuda en algún momento de su vida, Anastasia creía que su persona era Miguel. «¿El sábado por la
noche? Eso es dentro de dos noches, ¿no?», pensó Anastasia, esperando con ansias la ocasión.
Mientras tanto, Helen estaba sobándose la mejilla hinchada con hielo en la lujosa mansión. En el
fondo, no quería reprimir su rencor contra Anastasia, a quien culpaba por su hinchazón, pensando:
«¡Mi cara es lo que más me importa, pero a Anastasia le pareció fácil irse contra ella! ¡Maldita!». —
¡No te saldrás con la tuya, Anastasia! Entonces, Helen tomó su iPad y comenzó a buscar noticias
justo cuando vio a una celebridad femenina mostrándole una tarjeta de invitación en una exposición de
joyería de alta categoría. En ese momento, Helen se sintió tentada a asistir, creyendo que la ayudará a
incrementar su estatus, ya que se había esforzado mucho por encajar con los de la clase alta. Aunque
sabía que ella no pertenecía en un evento como ese, se preguntó si podía usar a la familia Palomares
como su boleto de entrada a la función.