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¿Tuvimos un hijo

Capitulo 388
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Capitulo 388

-Entendido, prometo que escucharé a mamá y que no la haré enojar -asintió el pequeño.

– Buen chico, vamos, diviertete con tus juguetes nuevos

Con eso, el niño tomó uno de los juguetes que más le llamaba la atención y se lo llevó a su habitación;

mientras tanto, Anastasia tomó el resto de los regalos y los guardó dentro del armario. Aunque Elias

se veía mejor que dias anteriores, le preguntó:

-¿Ya no estás enfermo?

-Sí, ya estoy bien -respondió con una sonrisa-todo gracias a ti.

Anastasia bajo la cabeza luego de encontrarse con su mirada.

– Pero no he hecho nada.

-No tienes que hacerlo, con que me sonrias es más que suficiente, creeme que eso funciona mejor

que cualquier medicina en este mundo -dijo el hombre con una sonrisa en el rostro. No

se le podia encontrar ni una pizca de rechazo cada que estaba con ella.

La mujer se sonrojó y le entregó el plato con frutas.

– Deja de hablar y come esto!

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De repente, el hombre tomó un plátano y le preguntó:

– Quieres uno?

Anastasia lo tomó, aunque de pronto, se sonrojó de nuevo.

-No, gracias!

De inmediato, el hombre se dio cuenta de lo que estaba pasando por su mente y soltó una carcajada.

– En qué rayos estás pensando? ¿Tu mente siempre está llena de pensamientos sucios?

En eso, el rostro de la mujer se puso tan rojo como un tomate porque en efecto, su mente había

divagado a ideas equivocadas, pero al mismo tiempo, sentia que él lo había hecho a propósito. Por

otro lado, Elías se estuvo burlando de ella durante un buen rato antes de servirse algo de fruta, justo

entonces, la miró con cierta lujuria.

– No dudes en venir a mí si tienes alguna necesidad como esa.

—No la tengo -dijo ella volteándole los ojos.

Elías sonrió con picardía, se veía tan caliente como el infierno. En eso, Anastasia se puso de pie y

fue a recoger la ropa que había dejado colgada en el balcón, sin atreverse a mirarlo de nuevo; una vez

que regresó, Elias ya se había sentado en el sofá y se notaba cansado, pero en lugar de prestar

atención a la televisión, fijó su mirada en ella mientras sostenia el té que le había preparado. Sin darse

cuenta, se llegaron las 9:30 de la noche.

-Se está haciendo tarde, ¿cuándo piensas irte?

—¿Puedo dormir en tu cama esta noche? – pregunto con codicia.

– No -respondió ella con severidad.

Ante eso, el hombre suspiró decepcionado.

-Tu cama para mi es la mejor cura para el insomnio, además, últimamente me duele mucho la

cabeza…

Anastasia no estaba segura de sí estaba mintiendo o no, pero cuando lo miró, el hombre se estaba

frotando las sienes con las yemas de los dedos y parecia que en verdad tenía un dolor palpitante;

entonces, su corazón volvió a doler al recordar lo enfermo que había estado hace unos días.

-¿Cómo esperas ducharte y dormir aquí si no tienes un cambio de ropa?

—Tengo en el auto, haré que Ray la suba -dijo Elias, se notaba que venia preparado.

En ese momento, Anastasia se dio cuenta de que había caído en su trampa.

«Este hombre vino con toda la intención de dormir aquí!».

– Está bien! iPídeselo! -Al final, accedió a que se quedara a dormir.

De inmediato, la mujer pudo notar la felicidad en la mirada de Elias.

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-iPerfecto!

Pronto, Ray subió para entregarle la ropa: había un traje para el día siguiente y ropa de algodón para

dormir; en efecto, desde un principio lo tenía todo planeado. Con eso, Anastasia se fue a arropar a su

hijo y dejó que Elías se diera un baño y se acostara por su cuenta. El pequeño Alejandro se había

divertido tanto con su juguete de Legos que terminó completamente agotado y se quedó dormido en

cuanto su cabeza tocó la suave almohada; con eso, Anastasia se levantó de la cama para revisar si

Elias también se había ido a dormir. Sin embargo, las luces de la sala de estar seguían encendidas y

Elías estaba sentado en el sofá después de la ducha; se encontraba viendo la televisión en una bata

negra.

—¿Por qué no te has ido a la cama? -preguntó ella de brazos cruzados, ya que estaba haciendo algo

de frío.

Para entonces era invierno, y al verlo, no pudo evitar preguntarse si no pasaría frío al estar usando

una bata de tela tan fina. En eso, Elías estiró su mano como respuesta.

-Ven aquí.

Anastasia sabia que seguramente se aprovecharía de ella si se acercaba de más, pero para su

sorpresa, no fue capaz de rechazarlo, en cambio, se sentó a un lado de él. Entonces, Elías se puso de

pie y se sentó más cerca de ella para poder atraerla entre sus brazos.

—¿Mirarías la televisión conmigo? —preguntó con ternura.