Capítulo 101
-¿A qué te refieres? Anoche sostuviste mi rostro entre tus manos y me besaste, ino crees que también
debiste tener cuidado con lo que hacías? – preguntó Elias con una voz ronca porque Anastasia sí había
ido más lejos de lo esperado aquella noche, por lo que se sonrojó mientras que batallaba para explicar.
-Anoche… Y-yo no actuaba como suelo ser. No recuerdo nada de lo que pasó esa noche.
El hombre bufó.
-Oh, ¿de verdad? ¿Quisieras que te ayude a recordar?
Follow on NovᴇlEnglish.nᴇt– No… —Antes de que terminara de hablar, él ya había tomado la decisión por ella. Sus delgados labios
empezaron a embestir los rojos labios de Anastasia en contra de su voluntad y su mente quedó en
blanco en un instante. Si ese hombre quisiera besarla, el simplemente lo diría y no se molestaría en salir
con un sinfín de excusas. No obstante, por alguna razón ella entraría en pánico y se resistiría en un
principio a que él la besara en cada ocasión que lo hacía, pero perdería control de su razonamiento al
paso que el hombre seguía adelante. Su rostro y oidos se pusieron de un rojo brilloso y ella casi podía
saborear la felicidad del beso.
«No…». Ella se negó por completo a admitir que besarlo fuera tan siquiera un poco disfrutable; por fin,
con excepción del beso, pudo percibir el peligro que emanaba del hombre. Anastasia comenzó a entrar
en pánico debido a que reconoció que las consecuencias serían inimaginables si es que permitía que
Elias continuara.
-Mm… – Anastasia levantó la mano y lo golpeó en la espalda, pero descubrió que su espalda era tan
dura que incluso hizo que le doliera el puño. Elías detuvo el beso, pero no se paró para dejarla ir; en
cambio, él admiró el cabello desaliñado de la mujer en sus brazos, pues ella parecía un hada que lo
atraía. Sin embargo, el sintió el repentino deseo de matar surgir desde su corazón cuando recordó como
Follow on Novᴇl-Onlinᴇ.cᴏmese maldito la había tratado de una forma similar a como lo hacía. De la nada, Anastasia sintió cierto
dolor en su cuero cabelludo y se dio cuenta de que unos cuantos cabellos se habían atorado con los
botones de la camisa del hombre. Él también se percató de eso, por lo que bajó la cabeza y miró de un
modo ladino.
-Deshazlo tú. — El cuero cabelludo de Anastasia se estaba adormeciendo por el dolor. Pronto decidió
tirar de su cabello, pero los pelos no querían soltarse; a fin de cuentas, ella tendría que deshacer el
botón. Por ese motivo, no pudo evitar sonrojarse mientras que desabotonaba el tercer botón de la
camisa y su vista fue cubierta al instante por el firme pecho de color meloso del hombre; ella retiró la
mirada con