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La Esposa del Ruso by Bella Hayes

Capítulo 34
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Capítulo 34

La casa de Ivanna fue un sueño para Jelena, nunca había sentido un hogar con tantas energías

positivas. Su cuñado Gael la recibió con los brazos abiertos. Gema se convirtió en su mejor amiga,

alguien en quien confiar Catherine, la mamá de sus hermanas, la acogió como una hija más; lo que le

provocaba extraños deseos de llorar al recordar que, desde que su madre murió, no se había sentido

tan querida y aceptada. Le gustaban los niños y la señora Petrov, hasta la señora Harrison, el ama de

llaves, le caía bien; aunque hablaba poco le gustaba sentarse en la cocina a escucharlas conversar.

Sasha, el gato, fue una agradable sorpresa. La primera vez que se sentó sobre su regazo se asustó,

pero Gema le aseguró que era amigable. El pequeño descarado frotó su cabeza sobre su mano

pidiéndole cariños, con lo que se ganó su amor.

Gema fue un soplo de aire fresco para Jelena, que no tenía amigas, y sí mucha diferencia de edad entre

ella y sus hermanas como para hacerles alguna confidencia. En cambio, vio a Gema como su hermana

mayor, alguien en quien podría confiar, sin embargo, su naturaleza tímida y discreta la hizo guardar

silencio y limitarse a disfrutar de la compañía de su sobrina.

Ivanna buscó para Jelena una escuela católica solo para niñas, según lo que le habían contado Jelena

provenía de una exclusiva escuela para chicas de Moscú y trató de que se sintiera como en casa. Lo

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segundo que hizo fue llevarla al médico, Jelena se mostró excesivamente tímida con Alexander por lo

que este le recomendó una doctora amiga. La doctora Elizabeth Grant, era una mujer de mediana edad,

ojos amables y sonrisa fácil, que supo ganarse a Jelena con su trato gentil y paciente. El diagnóstico fue

una reacción alérgica a uno de los componentes del jabón y acné prematuro, le recetó un tratamiento y

cambió todos sus productos de aseo personal a unos especiales para su tipo de piel, asegurándole que

con el pasar de los meses vería los resultados.

Jelena comenzó en el nuevo colegio muerta de miedo, pero con la barbilla en alto. Le gustó el elegante

uniforme, aunque exigió que la falda de cuadros verdes y color vino tuviese un largo por debajo de la

rodilla, así como que las medias negras fueran lo más gruesas posibles para que no se le viera las

piernas; respecto a la camisa blanca y la chaqueta color vino no puso impedimentos, siempre que

pudiera llevar ambas totalmente abotonadas. Ivanna nunca se cuestionó que había debajo de esa

obsesión por tapar su cuerpo. Su barrera más fuerte fue el lenguaje, sabía algo de inglés, pero no lo

hablaba con fluidez. Si la profesora explicaba muy rápido estaba totalmente perdida, le costaba

entender lo que decían, y hacer las tareas o presentar un examen era un calvario. Después del primer

trimestre, ante sus malas calificaciones, Ivanna tuvo que contratar una tutora particular que mejorara su

comprensión del inglés y que la ayudara a estudiar.

Conoció a Rania Nehru el primer día de clases, una bonita chica de origen hindú de piel oscura y

vivaces ojos negros con un punto rojo que adornaba su frente, entre sus cejas. Su nueva amiga le

ofreció un asiento a su lado, la ayudó con su trabajo escolar y a integrarse en el grupo. Aunque su

familia provenía de la India, Rania había nacido en Inglaterra por lo que se sentía dividida entre dos

culturas: de cara a su familia respetaba las tradiciones familiares y su religión, pero cuando estaba en el

instituto o en la calle, se comportaba como cualquier chica

inglesa.

Este comportamiento, en un principio, desconcertó a Jelena, hasta que poco a poco entendió que su

modo de pensar no era el único. Ante ella se abrió un abanico de opciones y por primera vez en su vida,

se dio cuenta de que podía elegir lo que quería hacer y lo que no. Fue liberador y aterrador a partes

iguales, nunca pensó que pudiera ser dueña de su destino, pero lejos de la influencia de su padre su

pensamiento poco a poco comenzó a cambiar.

El cambio en la alimentación fue desfavorable para Jelena, siempre había sido de buen comer y ahora

contaba con una gran cantidad de comida rápida y procesada que, aunado a su sedentarismo,

contribuyeron a que rápidamente ganara más peso del que había perdido desde su compromiso. Con el

desarrollo llegó un vello grueso que cubría la mayor parte de su cuerpo, se sentía gorda y fea, triste y

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furiosa a partes iguales. Su madre había muerto, su padre no la quería y su hermano estaba lejos, su

vida no era buena.

Sabía que podía contar con Ivanna para cualquier cosa, que su hermana y sus sobrinos la querían.

Katerina se desvivía por complacerla y, aunque al principio no quería saber nada de ella, un día Ivanna,

cansada de la situación, entró en su habitación y le contó muchas de las cosas que habían pasado en la

vida de su hermana, lo mucho que sufrió y el porqué de su comportamiento el día que la conoció.

Aunque su corazón se enterneció con su historia y aprendió a quererla, mantuvo cierta distancia porque

no quería frecuentar su casa para no tener que ver a su prometido.

Con la tutora Sus calificaciones mejoraron y, aunque nunca llegó a estar entre las mejores de su clase,

sí fueron buenas, sin embargo, socialmente se aisló. No quería salir con sus compañeras, no tenía

amigas aparte de Rania, prefería quedarse en casa leyendo, jugando videojuegos o con el ordenador,

no tenía vida social. Aunque Ivanna trataba de hacer que saliera, para Jelena no había mejor sitio que

su cama. Allí, encerrada en su habitación, soñaba con ser otra persona y se odiaba a sí misma por lo

que era.

Desesperada viendo que no lograba llegar a ella, Ivanna recurrió a una psicóloga que trabajó con la

chica para tratar de integrarla socialmente. Jelena seguía sus consejos durante poco tiempo, hacía

amigas que duraban una temporada y después volvía a sus viejos hábitos y a su

la psicóloga para complacer a Ivanna y quitársela de encima. Más tarde vinieron los nutricionistas e

internista, todos recomendaban lo mismo: que debía perder peso y no ser tan sedentaria. Jelena odiaba

cada consulta. ¿Por qué no podían dejarla en paz?