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La Esposa del Ruso by Bella Hayes

Capítulo 30
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Capítulo 30

Mikhail despertó sintiendo que su cabeza martilleaba, abrió los ojos lentamente para acostumbrarse a la

claridad que percibía a través de sus párpados cerrados. La luz inundaba la habitación del hotel donde

se alojó la noche anterior, sentía en la boca el sabor amargo del licor ingerido provocándole una ligera

náusea. Se incorporó hasta quedar sentado en la cama, aún permanecía vestido, con el pantalón, la

camisa y los zapatos puestos. Los recuerdos de lo sucedido en las últimas veinticuatro horas inundaron

su mente como en una avalancha repentina, la rabia se había marchado dando paso a un dolor sordo

en su pecho. Colocó los codos en sus rodillas, con los puños apretando sus ojos tratando de contener

las lágrimas que pugnaban por salir. Reprimió las ganas de llorar, no lo había hecho desde que su padre

murió hacía ya varios años. Él nunca lloraba, no había habido en su vida suficientes motivos para

hacerlo, nunca había sido desdichado hasta Jelena.

El recuerdo de su esposa provocó una nueva ola de sentimientos que derribó su fuerza de voluntad y

las lágrimas reprimidas corrieron libremente por sus ojos. Habían traspasado todas sus barreras y no

pudo contenerse más, se rindió a los sollozos que brotaron de su pecho. Su traición dolía como nada le

había dolido en la vida. Se había enamorado de su esposa, la amaba como nunca había amado a

nadie, pero todo era mentira. Todas sus sonrisas eran una farsa, las miradas de amor que creyó percibir

en ella eran producto de su imaginación, lo que deseaba creer.

Había pasado por alto muchas señales de que ella era una persona diferente a la que él creyó,

empezando por el engaño de cuando la conoció como Katia. Se lo había advertido, le dijo que era

vengativa y rencorosa, que su lema era que no dejaba ofensa sin cobrar.

Jelena pensaba que él la había engañado muchas veces a lo largo de los años, tal vez debió aclarar la

situación, pero en su arrogancia, pensó que no tenía importancia, que ella vería al hombre que en

realidad era. Había tenido su cuota de amantes mientras ella crecía ya que era una niña cuando se

comprometieron, debía dejarla crecer y madurar antes de buscarla como mujer, antes de intentar

conquistarla. Había tomado la decisión de ser totalmente célibe desde el momento en que empezara su

cortejo, creía en el amor y la fidelidad. Quería enamorarla antes de casarse, si no era así, la dejaría libre

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para que tomara sus propias decisiones con respecto a su vida.

Mikhail espero que Jelena se graduara en la escuela secundaria antes de acercarse a ella. Sin

embargo, ella rechazó todo intento de aproximación por lo que él pensó que no deseaba mantener el

compromiso. La gota que colmó el vaso fue cuando ella no asistió a la boda de Alexa, entonces fue

cuando le pidió a Dimitri que lo cancelara.

Nunca obligaría a ninguna mujer a casarse con él si no era ese su deseo, pensó estar haciendo lo

correcto. Mas cuando ella se negó incluso a responder sobre la cancelación del compromiso, pensó que

era libre y se dio permiso para dejarse avasallar por el deseo que Katia despertó en él, sin saber que

estaba cayendo en una trampa muy elaborada. Había estado furioso con el engaño, pero después de la

rabia inicial decidió cubrir su artimaña ante la familia. No quería que fuese señalada por nadie, era su

mujer y se casaría con ella.

La única persona que lo supo fue Konstantin y confiaba en la discreción de su hermano. Pensó

que podía enamorarla, la deseaba mucho y eso era un gran alivio. Había sido una de sus

preocupaciones, que no hubiese química entre ellos, que la cama fuese una obligación. Pensó que el

deseo era una buena base, de allí podían empezar a construir una relación sólida. En los dos meses

que habían transcurrido desde la boda creyó que había empezado a conocer a la mujer que se ocultaba

debajo de la máscara de desfachatez, pero el día anterior se percató de que lo que ella mostraba era su

realidad. El amor y la lealtad que manifestaba a sus hermanos no eran extensivos a nadie más. No le

cabía la menor duda de que Jelena amaba a su familia, pero su esposo no entraba en esa definición. Él

era el hombre con el que tuvo que casarse por obligación y su corazón nunca estaría involucrado en su

matrimonio de conveniencia. Sin embargo, pensó que ella era leal y tenía principios, con amargura se

dio cuenta de su error. Durante el día anterior había estado ansioso por llegar a su casa, ver a Jelena,

besarla y hacerle el amor. Había meditado mucho en su negativa de ir a Rusia y llegó a la conclusión de

que tenía miedo, que no era fácil para ella regresar y adoptar la cerrada alta sociedad rusa daba por

correcto, y la entendió. Jelena era un espíritu libre que había vivido encerrado y, al conocer la libertad,

se rebelaría antes de volver a su encierro. Mikhail se juró que no volvería a presionarla para que lo

acompañara en sus viajes. Quizás algún día, cuando ella estuviera segura de que él no la obligaría a

nada, cuando le amara lo suficiente y no pudiera dormir si no estaba a su lado, tal vez entonces, ella iría

voluntariamente con él. Encendió su móvil en cuanto el avión tocó tierra y lo primero que hizo fue

llamarla, no estaba en casa, llamó a su móvil y estaba apagado. Los mensajes empezaron a entrar,

ninguno era de ella. Había varios de Beatriz, frunció el ceño un poco fastidiado por la cantidad. Pensó

que algo había sucedido con el último contrato que firmó antes de su viaje.

Al comenzar a leer su ceño se profundizo. Beatriz empezó dando varios rodeos en los que le daba todo

su apoyo ante su situación y se disculpaba por ser quien le mostrara la realidad de la traición de su

mujer. Cuando abrió la primera fotografía el mundo se le vino encima. El dolor y la rabia se disputaban

el primer lugar en sus emociones, luego el sentimiento de traición asomó su fea cabeza y lo cegó, quiso

herirla tanto como ella lo había lastimado. Pero ¿cómo se lastima a una mujer que no te ama? Jugando

con sus miedos. Y eso es lo que él había hecho, la amenazó con llevarla a Rusia y devolverla a su

padre, un hombre que quería entregarla a la mafia. pasó de sentirse víctima a ser juez, jurado y

verdugo, contrariando todos los principios de los que sentía tan orgulloso. Jelena lo había traicionado de

la peor manera, pero eso no le daba derecho a castigarla. Se preguntó a sí mismo si se había

convertido en su padre, si ante una situación adversa había actuado igual que Vladimir. Aunque nunca

tuvo claro lo que ocurrió entre Katerina y él, siempre pensó que este no tenía ningún derecho a lastimar

a su esposa. Y ahora él había hecho lo mismo. Recordó cómo había empujado a Jelena a la cama,

gritándole toda clase de insultos. ¿ Eso no le convertía en un reflejo de su padre?, ¿tan malvado y lleno

de ira hacía su esposa? ¿ Dispuesto a lastimarla? Avergonzado se dio cuenta de que sí, había

reaccionado igual que su padre.

Ante la infidelidad de su mujer no podía volver a confiar en ella, no quería vivir con ella ni que siguieran

casados. Se divorciaría, le daría su libertad y nunca más volvería a mirarla. Lo peor de todo era que la

amaba, durante su viaje se dio cuenta de que el amor había llegado de manera silenciosa y casi sin

darse cuenta. Ahora ese amor debía morir, se lo arrancaría de su alma a base de pura fuerza de

voluntad. Volvería a su casa para decirselo, de ahora en adelante sería su

abogado quien se entendería con ella, ya todo había terminado. Secó su cara, esas serían las últimas

lágrimas que derramaría por su esposa, una mujer que no valía la pena. Con esa resolución se levantó,

se duchó y bajó a la recepción del hotel a cancelar la cuenta. Mientras era atendido vio a un grupo de

paparazzis tomándole fotos e intentando traspasar la seguridad del hotel, en silencio maldijo su mala

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suerte. Aunque su divorcio sería de conocimiento público en poco tiempo, no quería las especulaciones

que correrían como la pólvora al verlo salir de un conocido hotel siendo un hombre recién casado. Un

aparcacoches trajo su vehículo y, al verlo estacionado, se apresuró a abordarlo cuando una pregunta de

esos buitres le heló la sangre.

-¿Qué piensa su esposa de que haya pasado la noche con Patricia Parker? -Sin comentarios

Se maldijo en silencio, asumía que Patricia Parker era la chica de la noche anterior. No había pensado

en ella, sus recuerdos eran un poco confusos. Había una chica que tenía un ligero parecido a Jelena, la

había invitado a pasar la noche con él, su deseo se había apagado y le pidió que se fuera, hasta allí

recordaba, estaba seguro de no haberse acostado con ella.

Mientras manejaba rumbo a su casa, pensó de nuevo en Jelena. Necesitaba armarse de valor para

informarle de sus decisiones, no sería un enfrentamiento fácil, pero era necesario. El día anterior había

tomado malas decisiones cegado por los celos y el alcohol, había sido implacable. Tal vez ella lo

mereciera, pero no sería él quien la condenara.

Su casa estaba en silencio, recorrió las habitaciones de la planta principal buscando a su esposa, subió

las escaleras con rostro sombrío y fue hasta su habitación. La puerta estaba cerrada, recordó cómo

Jelena se desesperaba por su costumbre de dejarlas abiertas. Cuando entró en su dormitorio vio que

todo estaba recogido. Contrario a su costumbre no había nada tirado por el suelo, abrió los armarios y

gran parte de la ropa de Jelena había desaparecido al igual que sus artículos de uso personal. Abrió la

caja fuerte y el pasaporte de su esposa no estaba, pero sí todas las joyas que le había regalado,

incluyendo sus anillos de boda y de compromiso. Se había marchado, fue un estúpido al pensar que la

encontraría con su equipaje preparado, lista para obedecerlo. Jelena nunca había sido una mujer

obediente, ¿esperaba que lo fuera en su traición? El olor de su perfume impregnaba la estancia, respiró

profundo, tratando de llenarse las fosas nasales de su esencia. «Que duro es esto», pensó con dolor.

Como un tonto había estado lleno de resolución diciéndose que la olvidaría a base de fuerza de

voluntad y, en la primera prueba, el dolor lo había barrido todo de nuevo, dejándolo en carne viva. Tal

vez era mejor no verla más, porque de tenerla de frente habría flaqueado en todas sus resoluciones.

Habría escuchado todas sus excusas, todas sus mentiras. No podía permitir que le quitara su orgullo

porque eso era lo único que le sostenía en ese momento, lo único que le quedaría para reconstruir los

pedazos rotos de la que había sido su vida.