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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 232
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Anastasia estaba agobiada por el pánico, por lo que cubrió su boca y tomó una servilleta. Por otro

lado, Elías mostró su preocupación. — ¿Te quemaste? Muéstrame. Anastasia cubrió su boca

mientras sacudía su cabeza. —Es… estoy bien. Sólo me quemé la lengua. Dicho esto, Elías pidió a

unos de los camareros que trajeran un vaso de agua con hielos para que le pasara la quemadura en

su lengua. Cuando su comida llegó, la mujer comenzó a degustar. En cuanto a Elías estaba calmado

aunque por dentro se le hacía agua en la boca. Después de todo, creció probando todo tipos de

comida, por lo que estaba poco impresionado por los mariscos que Anastasia disfrutaba. Anastasia

mordía la pata de cangrejo como un hambriento minino. Se aseguró de comer cada pedazo de carne

debajo del caparazón. Su fuerte mordedura no dejaba nada sin desperdiciar, —Cuidado con los

dientes—aquel hombre le hizo saber con un par de cejas fruncidas en su cara. Cuando terminó la

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mitad de su platillo, Elías se levantó de su asiento y se excusó por un momento. Mientras tanto,

Anastasia estaba satisfecha con su comida. Ella giró su vista hacia la ventana y vio lo linda que era la

vista. «¡Guau! Parece no haber fronteras en el océano y los yates que zarpaban hacen de la vista más

relajante. Desearía que se llevara todos mis problemas que cargo.» Cuando Elías regresó a su asiento

vio su reloj y dijo: —Es hora de irnos. —Muy bien, espera aquí mientras pago la cuenta—dijo ella y

procedió a levantarse. —No es necesario. Ya me encargué de eso—Elías la observó de forma

maquiavélica. Anastasia quedó pasmada al saber que él había pagado la cuenta. «¿Qué? ¿Por qué la

urgencia de pagar la cuenta? — ¿Por qué lo hiciste? Anastasia se sintió un tanto infeliz, ya que el

hombre no le dejó pagar la cuenta, incluso cuando estaba lista para hacerlo. —Vámonos. Elías la

ignoró y se abrió paso hacia la salida del restaurante haciendo que muchos voltearan a verlo, pues

daba un aura de elegancia. Al mismo tiempo, había algunas mujeres en sus mesas no podían apartar

la mirada de aquel apuesto hombre. Cabe mencionar que Anastasia se volvió en la envidia de varias

mujeres, lo cual experimentaba de manera frecuente con Elías desde que llegó a su vida. En seguida,

Anastasia lo siguió hacia el auto. Estaba orgullosa de abrir su auto con sus llaves. No obstante, vio

que Elías caminó hacia el asiento del copiloto. —Presidente Palomares, ¿por qué se va a sentar ahí?

Tienes que ayudarme a manejar de regreso. —No, vas a conducir por tu cuenta—Elías abrió la puerta

del auto dándole una respuesta indiferente a Anastasia. — ¡Espera un segundo! ¡Vamos de regreso a

la ciudad!—Anastasia sintió que la ansiedad la comía viva, pero al ver al hombre en el asiento del

copiloto sólo se limitó a dar un pisotón y aceptar lo que debía hacer. Luego vio al hombre abrocharse

el cinturón y agarrarse fuerte de la agarradera del auto, como si les tuviera fobia a las mujeres que

conducían. Con esto, Anastasia jugó a asustar a Elías. —Agárrese fuerte, presidente Palomares. Su

nueva conductora está por pisarle a fondo. —Deja de jugar y pon atención al camino—Elías ladeo su

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cabeza dándole a Anastasia un regaño y presionándola por manejar de manera seria. Anastasia

empezó a andar en la carretera con nerviosismo, el cual se alargaba desde la costa hacia la ciudad.

En primera instancia, estaba conduciendo de forma cómoda en el poco tráfico, pero a medida que

había más autos y más tráfico ella comenzó a sentirse más inquieta y estresada. Fue tanto así que las

palmas de sus manos y su frente comenzaron a sudar. Al llegar a la zona urbana, Anastasia no pudo

evitar mencionar de forma ansiosa: — ¿Por qué la gente detrás de mí sigue apresurándome? ¿Voy

por el carril incorrecto? Presidente Palomares, ¿me puede decir cuándo debo cambiar a otro carril?

¿Por qué el auto de enfrente va tan lento? Incluso una tortuga va más rápido. Y ahora, ¿cómo paso a

este auto? ¿Por qué me estás apurando, imbécil? Sé bueno con los nuevos conductores, por favor. A

medida que Anastasia perdía el temperamento, el hombre a su lado le seguía recordando que

mantuviera la calma. —Mantente tranquila cuando conduzcas. — ¿Qué está haciendo? Si no hubiera

pisado el freno a tiempo, hubiera chocado con él—dijo Anastasia frustrada. Luego de unos cuantos

momentos, un auto deportivo rebasó al de Anastasia haciendo que se impresionara tanto que le dio el

volante a Elías, el cual la miró con confusión.