Capítulo 1265
Ruka no pudo controlarse y entró un poco en pánico. A primera vista, la primera impresión que Angela tuvo de
Sophie fue la de un orgulloso pavo real. Sentada junto a la anciana señora Husson, parecía un poco
arrogante. Debido a eso, Ángela volteó a mirar a Ruka, quien tenía los ojos bajos, aparentemente de mal humor.
Al ver la expresión de Ruka, Angela estaba preocupada. Si tenía razón, la apariencia de Sophie debe haberla
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este momento!
Sin embargo, Angela no pudo consolarla en este momento. Luego dirigió su mirada a su esposo, quien actualmente
estaba preocupado por lo que ella quería comer y beber.
“Vamos. Tengo algo que decirte.” Quería contarle sobre su descubrimiento.
A Richard tampoco le gustó la reunión de los ancianos, así que ayudó a Angela a levantarse del sofá antes de
irse. A partir de entonces, Angela lo llevó al jardín, donde había varias salas de recepción y salones de té.
Tenía curiosidad por lo que Angela le iba a decir. No fue hasta que entraron a la sala de estar donde no había nadie
que Ángela le rodeó la cintura con los brazos, lo miró y se inclinó para hablar.
“Te voy a contar un secreto. No te sorprendas”, le dijo Ángela.
“¿Que secreto?” Los ojos de Richard parpadearon con curiosidad.
Angela no pudo evitar hacer un gesto de gancho, instando: “Acércate”.
Richard le rodeó la cintura con el brazo, se inclinó y acercó sus brazos a sus labios. Ángela susurró: “¿Has notado la
mirada en los ojos del tío Ren cuando mira a Ruka? No parece una mirada normal que un anciano le daría a un
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Él no entendió, así que parpadeó y preguntó: “¿Qué quieres decir?”
Se inclinó y elaboró: “Siento que la forma en que el tío Ren mira a Ruka es como la forma en que me miras a mí. Es
una mirada de admiración entre hombres y mujeres”.
Tan pronto como Angela terminó de hablar, Richard la abrazó. Miró a su alrededor con nerviosismo mientras
Ángela sacaba la cabeza de sus brazos, luciendo inocente. Mirándolo, ella insistió: “Estoy bastante segura de que
tengo razón”.
La mirada de Richard se clavó en ella mientras le advertía con voz ronca: “No puedes decir tonterías como
“No soy.” Angcla se sintió agraviada.