JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPITULO 11. Estoy contando con volverte a ver.
–¿Estás seguro de que quieres saberlo? iNo, claro que no estaba seguro! ¿Cómo iba a querer
escuchar la historia de cómo algún hijo de put@ le había roto el corazón a Abby? Sin embargo vivir en
la ignorancia no lo ayudaría para nada a entender a aquella mujer y a ella de verdad quería
entenderla.
–Sí, sí quiero saber –– declaró.
Abby maniobró para dejar el barco quieto y se apoyó en el timón.
–No es un cabrón –murmuró –. Al menos yo nunca lo vi así.
– Supongo que cuando amas a alguien, no eres capaz de ver ninguno de sus defectos – comprendió
Rex
– No, no es eso — sonrió Abby–. Créeme, conozco cada uno de sus defectos. El problema es que uno
quiere “por” y ama “a pesar de“. – Rex arrugó el ceño porque no comprendía, así que Abby solo
continuó–. Quieres a una persona “por” todas las cosas maravillosas que ves en ella, pero amar es
diferente. Cuando amas a alguien lo haces “a pesar” de sus defectos. Así que sí, yo conocí todos sus
defectos... y para mí sigue siendo una buena persona.
–¿Entonces qué te hizo? – preguntó Rex. – No me quiso – dijo ella encogiéndose de hombros—.
Jamás me vio de esa forma. Me quería, pero no me amaba. Hice todo lo que pude para cambiar eso,
pero al final... él simplemente no quiso creer en mi amor.
Rex arrugó el ceño.
– ¿Por qué? Abby sonrió con tristeza.
– Porque si me hubiera creído, habría tenido que amarme... y él no es de los que hacen eso. Rex
apartó la mirada y apretó los puños. No sabía si tenía ganas de romperle la cara al estúpido ese o
agradecerle que hubiera dejado libre a Abby para que él pudiera encontrarla. Igual le molestaba que
ella hubiera sufrido alguna vez por otro hombre. s
— Para mí igual es un cabrón – rezongó–. Tú no te merecías sufrir. La escuchó sonreír por lo bajo.
– Nadie se merece sufrir por amor, pero no podemos evitar lastimar a las personas cuando no las
amamos. Tú lastimaste a tu sobrina ¿no?
Rex se giró hacia ella con un gesto de sorpresa.
–¡Eso fue algo diametralmente diferente! ––exclamó.
—¿Por qué?
–¡Porque Sophia era una niña! ¡Tenía dieciséis años! ¡Ni siquiera sabía lo que quería! –se defendió él.
–Bueno... yo también era muy joven cuando me rompieron el corazón, probablemente el
hombre que lo hizo también debió pensar que era lo correcto.
– ¡Eso es basura! Porque cuando ese tipo te lastimó, te convirtió en una isla. Connan tenía razón, solo
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volar. Sí, eres una mujer fuerte, pero también te convertiste en una mujer distante, amurallada, que no
está dispuesta a compartir su corazón. Abby lo miró en silencio por algunos segundos antes de
hacerle una sola pregunta:
–¿Y tú tienes alguna idea de la clase de mujer en la que convertiste a Sophia? Rex gruñó tres
maldiciones e hizo amago de alejarse de ella. Mientras, Abby no podía evitar pensar que la verdad era
ese ruido desesperante que a nadie le gustaba escuchar. Y él no era la excepción.
–¡No, ¿sabes qué!? ¡Yo hice lo mejor para Sophia, y lo haría mil veces! ¡No había razón para arruinar
su vida cuando yo jamás iba a amarla como a una mujer! ¡Y algún día ella se dará cuenta de eso! – le
espetó y los ojos de Abby se cristalizaron por un segundo, llenos de tristeza,
–Sí, supongo que un día se dará cuenta –murmuró antes de girar el timón y poner proa de regreso al
muelle.
Volvieron al departamento en silencio, pero la frustración de Rex de repente comenzó a convertirse en
nerviosismo porque Abby se veía demasiado triste, demasiado cansada. “¡Tenías que sacar el maldito
tema, Rex! ¡Tenías que sacarlo!” gruñó mentalmente, molesto por ser también él parte de lo que le
provocaba tristeza a la muchacha. La vio irse a dormir temprano, pero por desgracia Rex Lanning
tenía cero experiencia consolando corazones heridos; así que casi agradeció recibir aquella llamada
de Meli que lo mantuvo fuera de la habitación.
–¿Meli? ¿Cómo estás, princesa? –sonrió. – Cansada, estos sobrinos tuyos van a volverme loca... —
rio Meli—. Pero te hablo precisamente para hablarte de uno de ellos.
–OK, dispara. –Sophi va a regresar –dijo su mejor amiga y Rex se quedó petrificado con la noticia. –
¿Va a regresar? ¿¡A Boston!? –Sí, cariño, por fin nuestra ballenita regresa con la familia, ¿puedes
creerlo? Rex sintió aquella calidez especial en el corazón que lo invadía siempre que se trataba de
Sophia.
–¡Esa es una excelente noticia, Meli, de verdad! Pero regresa bien, ¿cierto? – se preocupó de repente,
Digo, no regresa porque tiene problemas ni nada.
–¡Noooo! ¡No, no, al contrario! ¡Viene con una gran noticia Rex, una noticia espectacular de veras! –
dijo Meli y se detuvo con suspicacia-. Sophi viene a celebrar con nosotros su compromiso.
– ¿Eh...? – Rex sentía que se le desencajaba la quijada de la impresión–¿Es una broma? –No, cariño,
para nada. Ella y Will se comprometieron, lo cual no debería sorprendernos porque se fueron juntos de
aquí, era evidente que en algún momento eso iba a suceder –
respondió Meli — Ella está feliz, Rex, tenías que haber escuchado como lloraba y todo de la alegría.
Así que este es un momento muy importante, por eso te llamo: tienes que volver a Boston. 3
– Meli... no quiero incomodar a nadie... – respondió él.
–¡Es que no hay nadie a quién incomodar! ¡Es más que evidente que Sophia ya te superó, se
comprometió con otro, por amor de Dios! –exclamó su amiga, molesta– . jEres una parte importante de
esta familia y no podemos prescindir de ti en un momento así! Sophi acaba de decirme y cito: no dejes
que el tío Rex se escape esta vez. ¿Escuchaste eso? ¡Te llamó tío!
Rex sonrió con cierto alivio y luego suspiró.
–OK, OK, regreso. ¿Cuándo llega?
–En una semana. Vamos a ir todos al aeropuerto a recibirlos, con los globos, la música y el alboroto,
así que ven lo más pronto posible. ¡Si te pierdes esto te juro que te voy a hacer vadú, Rex!
–¡Vudú, tarada!
–¡Eso mismo, pero te voy a poner las pelotas azules con acupuntura! ¡Ven para acá! – lo amenazó
Meli.
–Sí jefa, ahí voy a estar, no te preocupes.
Colgó el teléfono y respiró despacio, no sabía exactamente lo que sentía, solo sabía que quería lo
mejor para Sophi y William Bishop era un excelente chico, solo cuatro o cinco años mayor que ella,
diseñador de autos en una de esas grandes empresas de Alemania. Se detuvo en la puerta de la
habitación y miró a Abby dormir; y se dio cuenta de que odiaba que se enojara en serio. Se acercó a la
cama y besó con suavidad su pantorrilla, subiendo por su pierna, su muslo, hasta rozar el borde
delicioso de sus bragas. La mordió allí y la escuchó ronronear con dulzura, mientras él la llenaba de
besos.
Bajó su lencería y se coló entre sus piernas como un ladrón, comenzó a lamerla, a chuparla, a
saborearla hasta que sintió sus músculos temblar y se derramó en su boca. Ella levantó la cabeza
sonriendo débilmente.
–Eres un tramposo –murmuró, y él resopló entre risas. – ¿Y eso es malo?
– ¿Crees que puedes quitarme el mal genio con sexo? – Abby ronroneó y extendió sus brazos para
atraerlo hacia ella. Rex escaló la cama y se posicionó entre sus piernas. Abby abrió los ojos y levantó
la mirada hacia él, mientras una sonrisa brillaba en su rostro. – ¿Alguna vez te dije lo hermosa que
eres? – susurró Rex. Ella negó con la cabeza y él tomó su boca con un beso urgente y posesivo. Sus
manos la recorrieron con voracidad, desnudándola, explorando cada centímetro de su piel. Abby se
estremeció cuando los dedos de Rex la encontraron y arqueó la espalda, gimiendo, mientras él la
acariciaba. Sus movimientos se volvieron más insistentes y ella lo agarró de las muñecas para
detenerlo.
–Rex – jadeó–, tengo que decirte algo.
–¿Qué? – preguntó él frunciendo el ceño. –Te quiero –susurró Abby, y él sintió que por un breve
instante su corazón se detenía. –Yo también te quiero, Abby–susurró mientras se encontraba con su
boca en un beso dulce que muy pronto estalló en un mar de pasión.
Abby jadeaba mientras sus dedos la acariciaban y se movían dentro de ella, construyendo un ritmo
perfecto. Rex gimió su nombre mientras lo atraía hacia ella y lo envolvía con su calor. Se enterró en
Abby profundamente, sintiendo su cuerpo temblar a medida que ella lo estrechaba más, produciendo
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escuchar los gemidos de Abby, en disfrutar de cada ráfaga de placer que le daban sus caricias.
Era glorioso invadir su sexo, sentir las paredes rozándolo casi dolorosamente mientras ella gemía y se
estremecía. No se detuvo, siguió penetrándola salvajemente mientras el sudor y los gritos llenaban
aquella habitación.
Su orgasmo se acercaba, y Rex se entregó a él con un grito, sintiendo que el mundo estallaba en mil
pedazos mientras Abby explotaba a su alrededor.
Al fin juntos, completamente satisfechos, se abrazaron tiernamente mientras la lluvia golpeaba contra
las ventanas del dormitorio. La noche era perfecta y sus cuerpos estaban unidos para siempre en esa
esencia de deseo y de amor.
Rex la abrazó fuertemente y la besó con ternura mientras se adormilaban cada uno en el calor del
otro. Él rodó sobre ella para cobijarla con su cuerpo y Abby apoyó la cabeza en su pecho, cerrando los
ojos y suspirando.
– Lo siento –murmuró Rex–. Por todo. Por favor no volvamos a hablar sobre esto. Ella no respondió,
simplemente se acurrucó contra él y se quedó dormida.
Al día siguiente cuando despertó, él estaba cantando en la cocina mientras preparaba el desayuno.
– Alguien está feliz –murmuró Abby.
–Un poco sí.
– ¿Hay buenas noticias? – preguntó ella sentándose en una banqueta y lo vio asentir.
–Sophi regresa en una semana –respondió Rex–. Viene a celebrar su compromiso, se va a casar.
–¡Wow! ¡Eso es grande! Debes estar muy feliz –murmuró Abby.
Rex se detuvo un momento y luego asintió con una sonrisa.
–Sí, así es. Estoy muy feliz –respondió mientras Abby bajo la mesa apretaba los puños–. Debo
regresar a Boston... ¡vamos a hacerle un gran recibimiento! y quería preguntarte si quieres venir
conmigo, me gustaría que conocieras a mi familia.
–¿Quieres que conozca a tu familia o que esté allí para que tu sobrina vea que tienes algo
medianamente parecido a una relación? – lo increpó ella con suspicacia.
– ¿Los dos?
–Bueno... es cierto, no deberías ir solo. Solo por si acaso, sería bueno que fueras a recibir a tu
sobrina acompañado –murmuró Abby levantándose. Pero tendrás que conseguirtea alguien más. 1
Ella suspiró antes de levantarse y regreso de la habitación con un pequeño papel.
–¿Un boleto de avión? —preguntó Rex con sorpresa – ¿Te vas? –En cinco días — respondió Abby—.
Ya es hora de que vuelva a casa. Rex se sentía triste y molesto a la vez, pero sabía que ella siempre
había planeado irse. –¿Puedo...? ¿Quieres que vaya a visitarte? — le preguntó. –Claro que sí –
contestó Abby con una sonrisa indescifrable–. Estoy contando con volverte a ver.
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