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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 278
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Capítulo 278

Alejandro se convirtió en el pequeño modelo de Anastasia. Posó con una gran sonrisa en su rostro,

mostrando ocho de sus dientes. Fue demasiado adorable. Anastasia estaba ocupada tomando fotos y

videos al mismo tiempo, grabando el crecimiento de su hijo. Queria grabarlo a lo largo de los años

para mostrarlo en el día de su boda cuando creciera. Sería, sin duda alguna, un momento muy

conmovedor.

Comenzó a sentirse sentimental cuando pensó en Alejandro, quien había sido un bebé que

balbuceaba no hace mucho, pero ahora era un niño que brincaba de un lugar a otro. El tiempo pasó

volando sin que ella lo notara y ahora su hijo había crecido. Pese a todo, lo único que ella quería en su

vida era acompañar a Alejandro en su viaje hacia la madurez.

Cuando vio que él se fue corriendo, ella de inmediato lo persiguió. No muy lejos de ellos, se

encontraba un hombre sentado en el segundo piso del chalé, tomando su té y observándolos con una

mirada llena de felicidad al verlos correr y jugar. Se quedaron ahi un par de horas más antes de

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regresar al hotel a las cinco de la tarde. Habían preparado un chalé para ellos y, cuando llegaron, los

maquillistas ya los esperaban. Les ayudaron a alistarse con la ropa y el maquillaje para la noche.

A esa misma hora, los invitados comenzaron a llegar, uno a uno. Eva también estaba presente y, a

pesar de su edad, lucía muy enérgica. Desde sus tiempos de juventud, ella siempre fue una heroina

que se podía enfrentar a todo y mantuvo todo ese vigor aun cuando fue creciendo.

– ¿Anastasia y su hijo ya llegaron? —preguntó Eva, mirando a su nieto mayor a su lado.

-Sí. Están descansando en el hotel -contestó, asintiendo.

-Te dejo a cargo de aquí. Iré a ver como están.

Eva se retiró después de eso, acompañada de su cuidadora, Anita.

Mientras tanto, Anastasia se encontraba parada en el balcón. Los maquillistas ya se habían ido y

Alejandro estaba sentando en el sillón junto a ella, jugando con su cubo de Rubik. Anastasia lo

acompañaba mientras disfrutaba de la vista. En ese momento, el timbre sono. Ella se quedo

sorprendida por un rato antes de ir a abrir la puerta.

-Señora Palomares, vino a vernos. -Al ver a la mujer canosa del otro lado, la invitó a pasar de

inmediato.

– Elías está ocupado, así que vine para conversar con ambos -contestó Eva, sonriendo.

Con la ayuda de Anastasia, Eva entró a la sala de la habitación y se sentó en el sillón. Justo cuando

se preguntaba en dónde se encontraba Alejandro, él se asomó desde el balcón. En el instante en que

ella lo vio, sus ojos se abrieron de par en par y pensó que su vista había empeorado.

«¿Por qué este pequeño luce exactamente igual a Elías cuando el era un niño?».

Eva casi creyó que había viajado en el tiempo y quien estaba enfrente era Elías de pequeño, quien

comenzaría a llamarla «abuela» en cualquier segundo. Anita, quien estaba a su lado, tambien estaba

sorprendida.

– Este niño luce igualito al joven Elías cuando era un niño!

–Alejandro, ven -indicó Anastasia, después de reír algo incomoda ante el comentario.

Alejandro dejó su cubo de Rubik y se acercó a ella. Mientras caminaba, sus brillantes ojos se

enfocaron en la señora en el sillón. Los ojos de Eva también estaban llenos de asombro. Se le quedó

mirando y, de repente, las lágrimas comenzaron a brotar. A pesar de que Alejandro no era un

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descendiente de la familia Palomares, ella sentía una conexión con el desde el momento en que lo vio.

-Alejandro, ¿cierto? ¿Puedes llamarme «bisabuela»? —preguntó Eva, ya tratándolo como si fuera su

bisnieto.

-Hola, bisabuela. Soy Alejandro y cumplo cuatro este año -saludó Alejandro con educación y un tono

de voz cálido.

Ante esto, Eva se giró hacia Anita y, agitada, dijo:

-Se parecen, ¿cierto? ¡Creo que son igualitos!

-iSí, luce igual al joven Elias! – Anita asintió.

Eva regresó su mirada hacia Alejandro, deseando que el fuera un hijo de la familia Palomares. Aunque

no lo fuese, esperaba que Anastasia se casara con Elías y tanto ella como Alejandro formaran parte

de su familia.

-Eres una madre maravillosa, Anastasia. Mira lo bien que ha crecido. Es tan adorable. – Eva comenzó

a halagarlos, pero acto seguido, Anita le pasó su teléfono.

-Una llamada, señora Palomares.

-¿Hola? -contestó Eva. —¿Qué? ¿Por qué regresó?