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La Caída y el Rescate del Amor Novela

Capítulo 1873
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Capitulo 1873

David alzó una ceja al ver esos ojos que, por más que los mirara, no podian ser más

suplicantes,

sintiendo une ligera molestia en su interior

Si bien ella habia sido cariñosa con él en el pasado, no era algo que sucediera todo el

tiempo.

Ahora, solo por querer ver a los niños, incluso despues de haber recibido algunas suturas,

no dejaba de

suplicarle

No estaba contento

“David”

Otra vez

Apenas podia soportaria asi, frunció los labios y echó un vistazo a la enfermera que estaba

a un lado.

La enfermera sonrió y asintió con la cabeza, luego se dio la vuelta y salió.

Selena estaba emocionada.

Se aferro a la mano de su esposo impaciente, “¿Los bebés se parecen a ti? ¿0 acaso hay

algo en ellos que se parezca más a mi?”

David se sentó de nuevo, quedó en silencio por unos segundos y luego dijo:

“El médico dijo que son hermosos, seguramente se parecen a ti.”

Ella parpadeó, mirándolo fijamente durante un rato.

Él giró la cabeza para tomar la jarra térmica de al lado y sirvió un vaso de agua.

“¿Cómo es posible que se parezcan a mí? David… no me digas que…..”

“¿Quieres agua?” La interrumpió de repente, mientras se llevaba el vaso a los labios y

tomaba un sorbo.

Selena se detuvo y negó suavemente con la cabeza, pero su barbilla fue atrapada y

seguida por los labios de su esposo presionados contra los suyos.

El agua tibia se deslizó lentamente en su boca.

Ella se sorprendió al principio, pero solo pudo tragar el agua poco a poco.

Después de terminar el agua, él no se alejó de inmediato, sino que la besó

profundamente, reacio a

separarse.

Las pálidas mejillas de Selena se tiñeron de rojo por el beso.

Después del beso, él apoyó su frente contra la suya y dijo con voz suave: “Te he hecho

pasar por mucho.”

Selena sonrió ligeramente, “No hay nada que me haga más feliz que tenerlos a ellos.”

David la mordió suavemente en los labios con un evidente puchero.

Ella dio un pequeño grito de dolor y una alarma sonó en su corazón.

“Eres solo mía.”

Su voz baja estaba llena de dominio, con una amenaza y un poco de resentimiento.

Ella sabia que esas palabras, solo podía creerias él

Pero aun así no se daba por vencido.

Ella se sentia dulcemente consciente de los sutiles cambios de humor de él y asintió

ligeramente.

“Lo sé”

Al recibir esa respuesta inesperada, un atisbo de sonrisa se dibujó en el rostro de David,

pero al siguiente segundo Selena continuó:

“Los bebès son tuyos y yo también soy tuya, así que tengo que amarte a ti y a los bebés

juntos. ¿verdad?”

La sonrisa que David apenas había esbozado desapareció.

En ese momento, se oyó un ruido en el exterior y ella giró la cabeza hacia la puerta casi al

instante, apartando a su esposo.

David se quedó sin palabras.

Felisa y Olivia entraron, cada una con un bebé en brazos.

Las sonrisas en sus rostros eran increíblemente radiantes.

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La sonrisa en el rostro de Olivia era más amplia que todas las que Selena había visto

juntas en su -memoria.

Mientras Selena luchaba por mantenerse en pie, Olivia frunció el ceño y se quedó parada

en su lugar, mirándola fríamente.

Aunque fue solo por un instante, Selena se prefirió quedarse acostada obedientemente en

la cama sin

moverse.

Entonces Olivia retiró la mirada, echó un vistazo al bebé en sus brazos y la sonrisa volvió

a decorar sus labios mientras se acercaba a la cama del hospital.

Felisa meció suavemente al bebé en sus brazos y lo bajó cerca de Selena.

“Este es el varoncito. Mira, ¿se parece a David?”

Ella finalmente vio a los bebés que tanto anhelaba y ahora yacían en sus brazos, sus ojos

se llenaron de emoción al instante.

Su suegra le había mostrado fotos de David y Elio cuando eran pequeños, casi podía ver a

primera vista que el bebé era una réplica de su esposo de niño.

“Sí, se parecen.”

Su voz estaba ligeramente ahogada.

Felisa también se contagió de la emoción y estaba por llorar, “La nariz se parece a la

tuya.”

Olivia también puso a la bebé al lado de su madre.

“Esta es la niña, mira el contorno de sus ojos, se parecen a los tuyos.”

Selena asintió, “Mira qué bien crecen los bebés, eligiendo solo las partes más bonitas de

ustedes para desarrollarse.”

Ella pasó sus delicados dedos por el borde de las mantitas, mirando casi ávidamente los

pequeños rostros de los bebés.

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La emoción era palpable, cada pequeño movimiento le provocaba una ola de ternura.

“Pequeñines, bienvenidos al lado de mamá.”

El varón que yacía cerca de ella abrió de golpe los ojos, girando la cabeza hacía Selena, ya

fuera por instinto o casualidad. Sus manitas se agitaban suavemente, los pequeños puños

se extendían más allá de las mantas, tocando el pecho de su madre.

No es que no tuvieran fuerza, el contacto en su piel era tangible.

Pero comparado con las pataditas que daban dentro del vientre, esos golpecitos capaces

de marcar su

piel, eran más que esos gestos suaves.

Ella no podía creer que la traviesa y fuerte fuera la niña, quien pesaba unos gramos

menos.

En su memoria, ambos bebés parecían igual de enérgicos.

De cualquier manera, el tacto de esa manita le provocaba una emoción que no se

comparaba con la fuerza que ejercía.

Tomando con cuidado el pequeño puño, era tan diminuto que temía hacerle daño con solo

tocarlo con un dedo.

Le dio un suave movimiento y se inclinó para darle un tierno beso. Parecía que esos ojitos

no dejaban de mirarla, sin desviar la atención.

Los ojos oscuros, el contorno de su mirada y la expresión en su rostro, era idéntica a la de

David.

Qué maravilla.

“Uh.”

La niña, pegada a su hermano, también empezó a moverse, sollozando, sus manitas y

piernecitas parecían inquietas dentro de las mantas.

Selena se apresuró a tomar su pequeño puño entre sus manos.

“Tranquila, mi amor, mamá está aquí.”

Pronto la bebé se calmó.

Cada acción de un recién nacido llena el mundo de frescura y curiosidad.

Y para ellos, cada diminuto gesto de sus bebés estaba lleno de sorpresas y alegría.

La “actitud” de los pequeños hacia Selena los llenaba de asombro y felicidad.

Era un vínculo natural e inmediato.

Olivia sonreía al mirarlos, tardó en levantar la vista hacia David, que estaba al otro lado.

“¿No vas a ver a los bebés, papacito?”

Selena lo miró también.

Felisa lo observaba con desaprobación, “Ya sé que te preocupas por Selena, pero desde

que nacieron tus hijos ni siquiera les has echado un vistazo, ¿no es eso excesivo?”

Selena había acertado.

Él realmente no había visto a los bebés, de lo contrario no diría cosas como que si alguien

le decía que eran hermosos, seguramente se parecían a ella.

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¿Acaso no se conocía lo suficiente como para pensar que si sus hijos eran hermosos no se

parecerían a

él?

Finalmente él miró más allá de Selena, solo podía ver las mantas y no había observado

bien los rostros

de los niños.

Olivia sonrió aún más, tomó al varoncito en brazos, rodeó la cama y se lo entregó a David.

“Toma, aquí tienes a tu hijo, agárralo bien.”

David movió los brazos, pero no los levantó.

Su rostro, usualmente sereno, mostraba una ligera confusión y todos lo notaron.

“Vamos, miralo, te está viendo.”

Olivia estaba sorprendida; se suponía que los bebés recién nacidos no podían ver bien los

primeros

dias.

Pero ese pequeño realmente parecía ver algo.

David finalmente levantó las manos, pero no parecía saber cómo sostener al bebé

correctamente.

Dudó un momento y ante la insistencia de Olivia, tuvo que acoger al niño en sus brazos.

Más que abrazarlo, parecía que simplemente lo sostenía en el aire, un tanto rígido.

Olivia se paró frente a él y su sonrisa se intensificó.

Incluso el hombre que parecía capaz de todo tenía sus debilidades.

“Esta es una experiencia completamente nueva para ti y vendrán muchas más. Adáptate

poco a poco.

Era una advertencia amigable.

David bajó la mirada hacia el infante en sus brazos.

Esos ojos oscuros lo “miraban” sin mostrar emoción alguna.

A pesar de que había alardeado antes de que su hijo sería más hermoso que el de Martín,

esta criatura realmente no era más hermosa que ningún otro bebé.

Una arruga se formó en su frente y finalmente habló con tono sereno:

“¿Estás segura de que no te has equivocado?”

Olivia se detuvo un momento y el silencio se adueñó del cuarto, seguido de una ola de

risas.

Felisa, entre risas y lágrimas, exclamó, “¿Qué dices, pillín? ¡Es idéntico a ti cuando eras

pequeño!”

David levantó la mirada hacia su hijo, “¿Esto es ser hermoso?”

¿Más hermoso que cualquier otro niño en el hospital todos estos años?

Era evidente que él sospechaba que el doctor estaba adulándolo.

Felisa estaba furiosa, “¿Qué vas a saber tú, si acaba de nacer? ¡En unos días se pondrá

mejor! ¡Ya te dije que es igualito a ti cuando eras chiquito y todavía dices que es feo! ¿A

quién estás despreciando?!”

David respondió con frialdad: “A él.”

El pequeñín en sus brazos se removió de repente y por instinto, David lo apretó un poco

más,

acercándose para ver la carita que parecía estar a punto de llorar, sintiendo pánico de

repente.

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Pero el bebé collozó un poco y con sus pequeñas manitas, que se agitaban sin control,

golpeó la barbilla de David.

El golpecito no fue fuerte, pero su significado parecía bastante sugerente.

Él se enderezó lentamente, su expresión era algo gélida.

Quizás el pequeño sintió el peligro o tal vez pensó que su “venganza” aún no era

suficiente.

Al segundo siguiente, el bebé rompió en llanto y David, un tanto atolondrado y sin saber

qué hacer, sintió un calor en la palma de su mano que sostenía el pañal.

Era verano, la temperatura era cálida y el pañal no era particularmente grueso.

Olivia tomó al niño en sus brazos y al ver la palma de la mano de David, brillaba con un

poco de líquido.

“¡Ay, parece que se hizo pipí!” Felisa se apresuró a acercarse.

David se quedó parado a un lado, mirando cómo todos cuidaban al pequeño con gran

eficacia.

Selena se dio cuenta y al ver cómo estaba su esposo, no pudo evitar soltar una carcajada.

Ese niño sí que sabía cómo hacer una entrada triunfal.

David la miró con desdén y se dirigió al baño.

Después de limpiarse y salir, el pequeño ya estaba en los brazos de Selena.

Todos parecían estar bromeando y no podían parar de reír.

Cuando Felisa vio que David salía, tomó a su hija y se la pasó.

Él quería rechazarla, pero Felisa dijo: “¿Cómo? ¿Ya no quieres ni mirar al amor de tu vida?

No te quejes después si se convierte en el tesoro de otra familia.”

David frunció el ceño y tomó a la niña en sus brazos.

“Mira, mira, ¿no tiene la boca y la nariz igualitas a las de Selena?”

Después de que su hijo fuera criticado por su “fealdad”, David estaba preparado

mentalmente.

Además, como Felisa dijo que se parecía a Selena, él miró y asintió con la cabeza.

“¿No es hermosa?”

David asintió, “Sí, hermosa.”

¿Cómo podría ser fea si se parecía a Selena?

Además, si su hija se parecía a Selena, eso significaba que su amor de su vida era Selena.

Felisa no tenía idea de los extraños pensamientos que pasaban por la mente de su hijo,

pero al ver a su níeta acostada tranquilamente en los brazos de su propio hijo y verlo

convertirse en padre, estaba llena de alegría y emoción.

“Qué maravilla, me preocupaba que tuvieras problemas para encontrar una mujer y mira,

me has dado dos nietos de golpe. Al fin has hecho algo digno de un hombre.”

David apretó los labios con tensión.

¿Qué clase de comentario era ese?

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Selena tuvo que recibir algunos puntos y después del mes de resguardo, bajo la estricta

orden de David, pasó otra semana en el hospital antes de que finalmente, sin poder

soportarlo más, se levantó en

rebelión.

Ella se puso dura y David, sin otra opción y tras confirmarlo varias veces con el médico,

finalmente cedio y salieron del hospital.

En la Finca Próspera todos esperaban con ansias su regreso.

La señora de la casa iba a traer a los dos pequeños consigo y ellos tenían mucho qué

hacer, solo de pensar en ello se emocionaban.

Aunque la casa siempre había sido un lugar animado, la llegada de los nuevos miembros

era algo especial: un auténtico principe y una princesa, ¿cómo podía ser igual?

¡Ciertamente la vida sería más animada!

Las heridas de Selena habian sanado bien y podia caminar por sí misma.

Queria bajar del coche y llevar a los bebés adentro, pero fue David quien la llevó en

brazos como si fuera un bebé.

Olivia y Felisa, cada una con un bebé, los siguieron.

Ginés y Felipe se quedaron atrás, sin atreverse a acercarse demasiado.