Capítulo541
Los hombres alrededor de Clara eran todos preparados o de la alta sociedad, y ahora todos sabían que tenía un
hermano militar y más con el rango de coronel.
–
-Clara, ¿no te han hecho daño alguno? Arturo agarró los hombros de Clara y revisó su cuerpo
una y otra vez.
-Estoy bien. Vámonos ya, Arturo.
Clara no quería que Arturo se quedara junto a Alejandro, temiendo que pudiera haber un conflicto,
así que estaba a punto de llevárselo.
Pero lo que temía sucedió. Arturo habló fríamente: – Aarón, hermano mayor, lleven a Clara
primero. Yo al rato iré con ustedes.
―
-¡Arturo! Clara frunció el ceño, su llamada se encontraba llena de angustia
-Hermanita, mejor ya vámonos.
Diego tomó el brazo de Clara y miró a Alejandro. En voz baja, le susurro: -Sabes que Arturo es el
más estable emocionalmente, el más amable de todos. No te preocupes, él sabe muy bien lo que
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Clara suspiró y pensó que probablemente no pasaría nada en el hospital, así que se fue primero
con Diego.
La mirada ardiente de Alejandro la siguió todo el camino hasta que la puerta se cerró y ya no pudo
verla.
De repente, recordó que Clara no había desayunado, así que se dirigió rápidamente hacia la mesa
para tomar café. Justo cuando iba a tomar la caja de comida, una mano igualmente firme la
presionó.
Alejandro alzó la vista fríamente y se encontró con los ojos fríos de Arturo.
¡Todo pareció haberse congelado de repente!
–Ella aún no ha probado bocado alguno durante todo el día. Voy a llevarle esto, dijo Alejandro con
frialdad.
-No es necesario. Mi hermana no comerá las sobras que le des-Arturo frunció el ceño y sonrió
amable con ella, ¿acaso esperas que ella cambie de opinión y vuelva contigo? No voy a permitir de
ningún modo que trates a mi hermana de esta manera. Ya bájate de esa nube.
-Antes, todo fue culpa mía. Eso lo acepto, más si puedo remediar el futuro, haré todo lo posible para cuidar de
Clara- Alejandro miró fijamente, tratando de tomar la caja de comida.
Él recordaba que Clara sufría a veces de problemas estomacales.
Aquella vez, afuera del salón de la subasta benéfica, ella estaba recostada en el sofá, retorciéndose
de retorcijones en el estómago. Ahora que lo recordaba, sentía un poco de compasión y lastima por
ella.
-No creo ni una pizca en lo que dices de mí.
Al decir esto, Arturo abrió los ojos de par en par y de repente levantó la mano, ¡tirando al suelo la
caja de comida que tenía en la mano! Sin esperar la reacción de Alejandro, rápidamente hizo otro
movimiento y tiró la otra caja al suelo. Toda la comida cayó al suelo.
-Mantente alejado de mi hermana, te lo advierto por última vez.
La mirada de Arturo era fría y amenazante, señalando el rostro pálido de Alejandro. -De lo
contrario, tu destino será igual que esta comida desparramada en suelo.
-Aunque me lo digas tu o el mismismo Dios, no voy a renunciar a quien me corresponde.
Alejandro cerró los ojos y respiró profundamente antes de abrirlos de nuevo. Sus ojos enrojecidos
brillaban como filosas hojas. -He decidido estar con Clara, la amo y es mi deseo compartir lo que
me queda de vida con ella. Incluso si todos los miembros de la familia Pérez se interponen en mi
camino, no podrán detener mi determinación y deseo de estar a su lado.
Arturo estaba furioso. Sin embargo, luego soltó una risa burlona. -¿Crees que somos nosotros, la
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estuviera contigo, pero ¿no se casó contigo a pesar de todo? Déjame decirte una cosa, aunque no
hagamos nada, Clara no volverá a ser tuya, nunca jamás, y espero que hayas escuchado bien. Porque ya has
agotado y desperdiciado su amor por ti, ya no tienes un lugar en su corazón. No pienses que su visita de anoche
para cuidarte significa que todavía tiene sentimientos por ti. Clara es leal, como mi padre, leal a la gente que la ha
ayudado. Cualquiera que hubiera salvado su vida
habría recibido su atención. No te hagas ilusiones aquí.
El corazón de Alejandro latía con fuerza y apretó sus puños con fuerza. No importaba lo que dijera
el enredo de esos días, finalmente se dio cuenta de que estaba profundamente enamorado de Clara,
y lamentaba haberse dado cuenta demasiado tarde.
Solo tenía miedo de que, como decía Arturo, Clara realmente ya no lo quisiera en su corazón.
Arturo dejó de prestarle atención y salió rápidamente de la habitación.
–
De repente, se detuvo en seco y lanzó una frase fría entre los dientes antes de marcharse.
Escuché a Clara decir que también perteneces o pertenecías a las fuerzas militares. Eres una
vergüenza para todos nosotros los militares de este país.