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La Esposa del Ruso by Bella Hayes

Capítulo 24
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Capítulo 24

Los tacones de Jelena resonaron sobre el piso de mármol del hall de entrada de la torre Kuznetsov,

saludó con la mano a Phoebe, la recepcionista, al tiempo que le bridaba una sonrisa. Óscar el guardia

de recepción le hizo una cortés inclinación de cabeza. Jelena le devolvió el saludo. Aunque no eran sus

amigos, Jelena sabía que ellos no avisarían a Mikhail de su llegada. Les había dicho una vez que su

esposo amaba las visitas sorpresas que ella le hacía por lo que se volvieron sus cómplices a la hora de

ir de inspección como ella se decía a sí misma. Beatriz la tenía harta, seguía enviándole mensajes a

Mikhail y llamándolo, se suponía que si ella no trabajaba no debían seguir en contacto. Y no era que ella

estuviese revisando el teléfono de su esposo, era que él mismo le pedía que se lo pasara o que

atendiera la llamada si estaba haciendo otra cosa. Mikhail decía que no tenía nada que esconder de ella

y quizás fuera así, pero la mujer seguía molestando y ese día estaba decidida a poner fin a la situación.

Por una parte, sabía que no debía seguir dándole importancia a la antigua asistente de su marido, pero

por la otra su orgullo y su carácter vengativo no podía dejar pasar una ofensa. Y era una ofensa en toda

regla, Beatriz sabía lo mucho que la molestaba su presencia. -Buenas tardes, Diane. ¿Mi esposo está

en su oficina? -Buenas tarde, señora Jelena, sí, su esposo está en su oficina reunido –balbució la

señora con un poco de incomodidad.

Jelena observó que Diane había palidecido un poco al verla llegar, entrecerró los ojos pensando. El

chisme corría rápido en las oficinas, todos sabían el motivo del traslado de Beatriz así que asumió que

era esta con quien estaba reunido su esposo. Se giró con resolución a la puerta. -Señora Jelena,

déjeme anunciarla.. Jelena la ignoró y abrió la puerta. La escena la sacó completamente de sus casillas.

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Mikhail estaba recostado en la silla sin la chaqueta del traje, Una taza grande de café estaba en sus

manos, sonreía muy cómodo hablando con la mujer que estaba sentada al otro lado del

escritorio en una postura similar, sosteniendo en sus manos una taza idéntica a la de él.

La rabia se apoderó de ella, con cuidado cerró la puerta a sus espaldas. -¿Qué hace ella aquí?-

preguntó con suavidad ignorando a Beatriz. -Me retiro para que puedan conversar, con premura la mujer

puso la taza sobre el escritorio y se levantó calzándose los zapatos. Al pasar por el lado de Jelenia una

sonrisa burlona se plantó en su cara.

-Lo hemos discutido hasta el cansancio, Jelena, Beatriz es solo una amiga, trabaja aquí vino a traer

unos contratos y le brindé un café. -Sabes lo que opino sobre el asunto y aun así permites que ella

venga aquí y encima se burle de mí, me ha agredido e insultado, pero al parecer eso para ti no tiene

valor. De veras, Mikhail, no

quería hacer esto, pero se acabó voy a llamar a Dimitri y a pedirle que la despida.

-No te atrevas, Jelena, te lo prohíbo.

– Tú no eres quien para prohibirme algo, Mikhail, antes muerta que doblegada a ti. Ya hice lo que vine a

hacer aquí –le informó con rabia antes de darse la vuelta para marcharse.

-Pensé que habías venido a invitarme a comer -dijo señalando su indumentaria.

Era una broma entre ellos, Jelena siempre se vestía de Katia para ir a las oficinas, decía que tenía una

imagen que proyectar y un territorio que marcar como su esposa joven y sexy. En realidad, no quería

pelear con ella, por un momento perdió los estribos cuando lo amenazó con llamar a Dimitri, pero sabía

que mientras más se enfureciera más impulsiva se volvía, así que prefirió endulzarla para hacerla

cambiar de opinión.

-Se me quitó el hambre -respondió Jelena sobre su hombro antes de salir y cerrar la puerta con

suavidad. Mikhail suspiró. La mayoría de las veces su esposa era encantadora, pero cuando se

enfurecía se transformaba en una fiera. Esperaba que cuando llegara a casa esa noche estuviera de

mejor humor porque tenía algo que decirle.

***

En definitiva, los hombres eran unos idiotas, Mikhail no se daba cuenta de quien era Beatriz. Para él era

una buena amiga con la que trabajaba, pero Jelena había visto su verdadera cara. La mujer deseaba a

Mikhail para sí y no creía que fuera porque lo amara, ella podría manejar a una inofensiva asistente

enamorada de su jefe, sin embargo, había visto en los ojos de la mujer el despecho y la rabia. Jelena

sabía que el padre de Beatriz era un hombre influyente en España, que había consentido a su única hija

hasta que se dio cuenta de la mujer fría y egoísta en la que se convirtió. Jelena se había ocupado de

investigarla y según el detective que contrato, su papá la había enviado a Londres con la esperanza de

que al tener una vida normal y obligándola a ganarse su sustento pudiera enmendar su camino.

El plan no tuvo éxito. Jelena respiro profundo para calmarse antes de tomar su teléfono, era hora de que

tuviese una charla con su cuñado.

Al terminar su conversación con Dimitri se sintió muy mal, no era lo que hubiera querido hacer, de

hecho, si supiera de que Beatriz en realidad necesitara el trabajo no lo hubiese manejado de esa

manera, pero estaba segura de que su padre no la dejaría pasar necesidades y

esperaba que se la llevara de nuevo a España.

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Jelena no iba a permitirle a Beatriz acabar con su matrimonio, faltaban dos años para la . mayoría de

edad de Karlen y tampoco iba a dejar que la perturbara de esa manera. Su paz mental le había costado

mucho para permitir que alguien la pisoteara.

Sabía que Mikhail llegaría furioso a la casa, así que se hizo sus ejercicios de yoga para relajar su

cuerpo, se duchó y se preparó una taza de té. Un portazo el anunció que su esposo había llegado a

casa. Jelena levantó la vista del libro que simulaba leer y agradeció haber tomado la previsión de decirle

a la señora que la ayudaba con los quehaceres de la casa que se marchara temprano.

-¡Esta vez te has pasado, Jelena! -gritó Mikhail enfurecido. -Te lo advertí muchas veces y no me hiciste

caso, hice lo que tenía que hacer –respondió con

mucha calma, si él quería pelear lo haría solo.

-¡No soy un niño para que me acuses con mi hermano!

-No lo hice, solo le dije que Beatriz seguía detrás de mi demostrando una absoluta falta de respeto,

también le conté de los arañazos y de los insultos del día de la cena. Nada de lo que le conté fue

mentira, Mikhail, y ahora si me disculpas tengo un examen y debo seguir estudiando.

Mikhail contó hasta diez mientras la veía volver a su libro. Siguió contando hasta que se sintió capaz de

hablar de nuevo.

-Haz la maleta, nos vamos a Rusia en dos días.

– No

-Iremos, es el cumpleaños de la tía Tatiana y no me lo perderé. -Ve tú, yo no pienso volver a poner un

pie en ese país. -¿Por qué? -Mi vida está aquí, no quiero volver así que discúlpame con la tía

Esa noche, desde que se casaron, por primera vez se durmieron sin resolver las diferencias. Dos días

después, Mikhail se marchó solo a Rusia, sin saber cómo su vida sería destruida.