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Domesticame! Mi pequeña y gran Elia

Capítulo 1336
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Capítulo 1336

Aunque Josefina nunca reveló de dónde venían esas joyas de oro y plata de Rosalinda, Elia podia adivinarlo, seguro que eran regalos de Gabriel cuando Rosalinda era joven.

Gabriel era un maestro en el arte de la seducción con palabras melosas.

Había utilizado esas joyas para enamorar a Rosalinda, quien cayó redonda ante sus encantos y se sumergió profundamente en su engaño.

¡Qué repugnante era Gabriel! Elia deseaba poder hacerlo pedazos.

¿Cómo iba a conservar algo que él le había dado a Rosalinda?

Todas esas joyas eran cosas mundanas, que se podían vender para conseguir dinero, para que Josefina lo usara en lo que le hiciera falta o en su tratamiento.

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En cuanto a la perla, parecia una antigüedad.

Si era una antigüedad, seguramente tendría un gran valor. Gabriel, siendo el tacaño que era, ¿cómo iba a darle a una mujer algo tan valioso?

Por eso, Elia pensaba que esa perla no podia haber sido un regalo de Gabriel, tenía que tener otro origen.g2

por eso decidió quedársela,

“Elia, no necesito quecompres comida, ya no soy una niña”, insistía Josefina, reacia a que Elia vendiera las joyas de Rosalinda. Eran recuerdos que Rosalinda había dejado, y tenerlos era conservar su memoria.

Si Elia los vendía, perderían ese último vestide recuerdo.

Elia le acarició suavemente el dorso de la mano a Josefina y le dijo: Tía Josefina, no te preocupes, sé lo que hago. No le fallaré a mi madre, conservar esta perla es suficiente.”

En su vida, Gabriel había hecho sufrir tanto a su madre, ¿cómo iba a conservar algo que él había dejado?

Mantener las cosas que Gabriel había dado a su madre era la mayor falta de respeto hacia ella.

Elia quería destruir cada rastro de Gabriel que quedara alrededor de su madre.

Esperaba que su madre y Gabriel nunca más se encontrarán.

“Está bien, si ya te has decidido, está bien”, le dijo Josefina con lágrimas en los ojos y asintió: “Ya es tarde, deberías irte a descansar.”

“Está bien, tía, tú también descansa pronto”, le respondió Elia después de tranquilizar a Josefina y verla acostarse. Luego salió del cuarto de su tía.

Había pensado dormir con los niños, pero después de haber llorado tanto tiempo, por fin se habian quedado dormidos y aún no estaban profundamente dormidos. Si entraba en ese momento, solo los molestaría.

Así que desistió y se fue a otra habitación.

La villa en la que vivian fue construida por Asier.

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Estaba muy bien decorada, nada que ver con la vieja casa en la que habían vivido antes.

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Pero a pesar de dormir en una casa con una decoración tan bonita, Elia no sentia el calor de hogar que tenia antes en la vieja časa.

No se sentia en casa, el ambiente de su vida anterior habla desaparecido por completo

Acostada en la cama, pensando en su madre, sus lágrimas brotaron sin control. Tomó la manta y se cubrió, dejando que las lágrimas mojaran la manta

Mientras Elia sollozaba bajo las mantas, de repente sinun fque se acercaba, y aunque no miró hacia atrás, podia sentir una presión intimidante que se acercaba, una presencia que no cualquiera. podia tener

Su corazón se detuvo un momento, apartó las mantas y miró hacia el lado de la cama.

De un vistazo, una silueta oscura, alta y delgada, parada al lado de su cama, unos ojos profundos que bajo la luz de la luna parecian brillar con un resplandor fy distante, imponentes y aterradores.

“¡Ay!” Elia se asustó tanto que su corazón se encogió y se sentó de un salto, alejándose hacia atrás.

“No tengas miedo, soy yo, el hombre un paso rápido hacia adelante, se sentó en la cama, extendió su brazo largo y atrapó la cintura de Elia, acercándola hacia el con una voz baja y llena de ternura.

Al oír esa voz, Elia se cuenta de que era Asier y, por instinto trato de empujar su mano. “No te acerques…”