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Clara soltó un chillido y se dio la vuelta tan rápido que cayó de nalgas al suelo y retrocedió en un
intento de alejarse de esa loba. No era solo su imagen idéntica a ella, los ojos rojos completamente
salvajes u que tanto le aterraban, y, además, su cuerpo estaba cubierto de enormes heridas
sangrantes, muchas de ellas abiertas, incluso la más notable atravesaba su rostro de un lado a otro.
La ropa desgarrada, dejándolas ver, llena de moretones y un par de grilletes, amarraban sus muñecas
y tobillos.
Ella se preguntó como estaba en ese estado. -¿Quién eres? ¿Qué quieres? – Clara temblaba otra vez.
La loba la miró desde arriba hasta con desprecio en sus orbes. Chasqueó la lengua y tomó un
profundo respiro.
-Solo te limitas a temblar como un ratón asustado. Acaso no tienes la intención de hacer nada por ti –
ella le habló con una voz grave que apenas salía dada la marca permanente en su cuello de una
cadena que había sido enroscada de forma violenta. El cuerpo de la loba daba lástima solo de verlo y
Clara se estremeció de solo pensar que alguna vez eso estuviera en ella.
Clara negó fuertemente con la cabeza.
-Si me defiendo, si me revelo, me golpearán, me encerrarán, mis mates me dejarán.
– Inútil, cobarde- le espetó la loba alzando la voz. De que tienes miedo si siempre la que recibe todo el
dolor soy yo, la que siempre está ahi, aguantando cada golpe, cada tortura, cada momento doloroso
soy yo, mientras tú solo te acurrucas en una esquina.
Clara la miraba con los ojos desbordados.
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-Siempre estoy ahí, cubriendo tu espalda, sintiendo el dolor que nunca has experimentado. Siempre
soy yo la que tiene que estar ahí en los momentos más difíciles, asumiendo las consecuencias porque
no te levantas y luchas por tus derechos.
-Yo no puedo – Clara comenzó a sollozar- No soy fuerte, yo…
-Eso es lo que has creído durante tantos años. Es más fácil esconderte y dejar que el mundo solo siga
su camino. Esperando a nuestro mate que en este caso son dos para que te salve- la loba parecía
eufórica, molesta y luego soltó un respiro – Pero, ya que no tienes la intención de ponerte de pie y te
es más fácil morir para terminar ese sufrimiento, yo no lo voy a permitir. Clara sacudió la cabeza.
– No, no por favor.
Solo lloras limosnas- la loba se acercó a ella y se arrodilló delante de ella. Aun con todas esas heridas
y su estado deprimente parecía incluso más fuerte y poderosa, al mismo nivel que el alfa y Clara se
sintió tan pequeña y miserable-Terminar tu vida para dejar todo atrás, para supuestamente dejar de
sufrir en vez de levantarte y luchar por el reconocimiento. Para demostrarle a nuestros mates que no
pueden hacer lo que desean con nosotras. Acaso no purdes hacer eso.
Clara se mordió los labios mientras las lágrimas banaban su rostro. Estaba aterrada, confundida y no
sabia que responder.
La loba inclinó la cabeza.
– Tú eres yo y yo soy tú. Somos la misma persona, por lo que no dejaré que acabes con nuestra
existencia- la Clara de ojos escarlata se levantó- Como si tengo que tomar por completo el control de
este cuerpo.
-No- la Clara de ojos claros sacudió la cabeza- ¿Por qué quieres hacer mi vida más miserable? Mis
mates no me quieren, mis padres no me quieren, la manada solo me ve como una inútil.
-Porque somos la Luna de esta manada, y aun cuando no lo fuéramos, somos una loba que al igual
que tomas le toca respeto. Si la Diosa Luna nos mandó dos alfas por algo será y si ellos no son los
adecuados, siempre tenemos la opción de volver a la naturaleza de donde somos y empezar de
nuevo. Nos dolerá apartarnos de ellos, pero no podemos vivir siempre en una esquina recibiendo las
migajas de los demás.
Clara casi se atragantó.
Pero sería una salvaje. No podía vivir allá afuera yo sola.
La loba entrecerró los ojos en dirección a ella, mas no dijo más nada. Le dio la espalda y comenzó a
caminar para perderse en las sombras con el sonido de las cadenas, arrastrándose detrás de ella,
dejando a Clara muy confundida. Esta, segundos después, comenzó a sentirse muy mareada y sus
párpados pesados. Sentía que si los cerraba por completo olvidaría todo otra vez, como todas las
lagunas mentales que tenía, que ya sabía quién era la responsable. -No, no- decía, pero no podía
contra ello. Sus párpados cayeron y ella se quedó completamente inconsciente para volver a su
realidad.
***
Dixon volvió en la noche y en vez de ir a su habitación, después de un baño, fue directo a ver a su
mate. No había sabido de ella en todo el día, solo que había estado tranquila en la cama. Y Así mismo
fue como la encontró cuando entró a la estancia. Clara estaba cubierta por la sábana y le daba la
espalda. Su olor era suave y su respiración constante. Encima de la mesa había una bandeja que no
había sido tocada y se preguntó la razón por la que ella no comía. Se acercó a la cama y se dejó caer
en el borde mirando su cabeza. Su cabello desparramado por la sábana suave y delicioso al tacto.
Chasqueó la lengua, al menos si ella hubiera estado despierta pudiera disfrutar igual que la noche
anterior, pero recordando su estado agotado después de poner en orden las cosas de la manada, una
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buena noche de sueño no le vendría mal. En la mañana quizás pudiera besarla nuevamente y comer
sus labios.
Su cuerpo comenzó a calentarse de solo imaginarlo y la erección se fue marcando en sus pantalones
de seda. De seguro se sentiría realmente bien volver a enredarse con ella. Definitivamente, ella era su
mate y seria solo suya.
Se corrió el cabello hacia atrás y se fue acomodando detrás de la loba después de alzar la sábana y
meterse debajo. Su crección la acomodó entre las nalgas de ella y su brazo grueso alrededor de su
cintura, apretándola a él. Y aunque no tenia intenciones de hacer algo más, por el momento disfrutaria
del roce del cuerpo de ella. Antes que pudiera pensar algo más, sus ojos se habían cerrado aspirando
la fragancia de ella. Olvidándose de la manada, de su posición, de sus responsabilidades y de su
hermano. Ese que no se había quedado quieto dentro de su celda y que sabia que tendría que buscar
una solución con el No podía dejarlo allí de por vida. Ya habían comenzado a lablar
Había pasado una hora cuando Dixon no se movía completamente dormido y Clara abrió los ojos. Un
brillo carmesí bailaba en sus orbes, cubriendo el color claro de estos y enfocándose como dos rubíes
llenos de sangre. La loba miró por encima del hombro, notando el macho tras de sí.
Con movimientos sigilosos se fue desplazando saliendo de su férreo agarre hasta que él se giró boca
arriba. Hizo un sonido con su garganta, pero no abrió los ojos. Clara lo miró más de cerca. Sus ojos
aún no estaban del todo nítidos, pero eran más fuertes que antes. Alzó su pierna y la pasó por encima
del cuerpo de Dixon sentándose a horcajadas sobre su cadera. La dejó caer lentamente para no
despertar al lobo.
Se corrió el cabello hacia atrás que cayó sobre su espalda como una densa cascada y alzó la mano
dejando salir una de sus garras. Lentamente y para no alarmarlo dejó que una de sus garras se
extendiera con una leve sonrisa en su rostro. Y sin miedo alguna o vacilación la acercó al cuello del
alfa.