Capítulo566
Con unas cuantas palabras descuidadas, la pareja Hernández se sintió como si sus almas hubieran
sido arrebatadas, y sus lenguas estuvieran envueltas en humo.
Ema, con su mirada llena de rencor y malicia, clavó sus ojos en el rostro indiferente de Alejandro,
ocultándose tras Enrique como un espíritu maligno. Su mirada era tan intensa y escalofriante que
parecía ser una bruja. -¡Alejandro! ¿Acaso olvidaste quién eres? -rugió Enrique, temblando de
rabia.
-No necesitas recordármelo una y otra vez. Soy el hijo de Enrique-respondió Alejandro con sus
labios fríos, tirando de una sonrisa burlona y desenfadada. -Si no fuera por tus recordatorios,
habría olvidado ese pequeño detalle.
-¡Mal hijo!
Enrique, con los ojos enrojecidos, se enfureció hasta el punto de marearse, señalando directamente
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familia Pérez este fin de semana?
-Alejandro, querido, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? -Ema, sintiendo que era el momento
adecuado, adoptó una actitud maternal y considerada. —Mi cumpleaños no es tan importante. Pero
sabes que tu padre y Julio no se llevan bien, y Clara nos ha causado problemas una y otra vez. ¿
Cómo puedes, en este momento crítico, elevar el ánimo de los demás mientras entierras tu propio
prestigio? Como presidente, ¿estás avergonzando a tu padre al no aparecer en público?
-Ema-Alejandro miró sombrío, su tono helado, si tu cumpleaños no es importante, entonces
simplemente no lo celebres. Tú y tu hija, tus parientes, han abusado de su poder una y otra vez,
provocando escándalos que casi son imposibles de manejar para el grupo, poniendo en peligro los
intereses del grupo. En la Ciudad de México, tienes una reputación infame, y ahora, no deberías
actuar con ostentación en tu cumpleaños.
Los ojos de Ema se llenaron de lágrimas, y sus manos, hechas puño, temblaban sin parar.
Al escuchar estas palabras, Enrique, que inicialmente estaba del lado de Ema, comenzó a titubear.
Luego, Alejandro remató: -Si Enrique está dispuesto a ser leal a su esposa, entonces no deberia
exigir que todos en la familia se dobleguen a su vanidad.
Ema estaba tan furiosa que sentía que su cabeza estaba a punto de explotar.
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—¿Qué has dicho? ¿Te estás burlando de tu propio padre? -exclamó Enrique, sin considerar a Ema,
sintiéndose sofocado por las burlas de su propio hijo.
Alguien, el mayordomo! -Enrique siempre mantuvo una imagen refinada, y rara vez mostraba
ira hasta el punto de sentir que iba a estallar. Pero esta vez, Alejandro no solo no quería ayudar
aEnrique, sino que también desafiaba abiertamente su autoridad y lo ridiculizaba como alguien
que no entendia lo que estaba bien o mal. ¡Era simplemente demasiado atrevido!
-¡Enrique! ¡Aquí estoy! -el mayordomo entró apresuradamente, temblando de miedo.
Alejandro mantuvo su expresión impasible, y sus cejas fruncidas y su mirada fría incluso dejaron
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-Trae el látigo de cuero grueso, rápido! -ordenó Enrique.
El mayordomo estaba completamente aturdido. Habían pasado casi veinte años desde la última
vez que el joven Alejandro fue golpeado. En ese momento, el joven Alejandro, con su frágil cuerpo
lleno de ira y odio debido a la muerte de su madre, había estado a punto de enfrentarse a su propio
padre. El resultado final fue que Enrique lo había golpeado, hasta dejarlo maltrecho con un látigo
de cuero grueso. A pesar de que Fernando llegó rápidamente y lo llevó al hospital, el joven
Alejandro, aún quedó en estado de shock.
¿Iban a repetir esta cruel realidad una vez más?
-¡¿Por qué sigues parado ahi?! ¡Ve a buscarlo! -rugió Enrique, mirando con furia a Alejandro,
quien, aunque calmado, aún desafiaba la autoridad de su padre.
-Si, Enrique.
Ema, viendo que su hijo iba a sufrir una gran derrota, inicialmente enfurecida hasta la muerte,
sintió un gran alivio en su corazón.