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¡Sorpresa! Tuve Cuatrillizos con Mi Desconocido Esposo

Capítulo 1004
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Capítulo 1005 Aspen fruncía el ceño, claramente angustiado.

No importaba dónde estuviera, ni en qué territose encontrara, lo que no podía permitir era que su Carol estuviera triste.

No tenía ninguna relación con la familia Ortega, pero siendo Carol la hija de Joaquín, él se consideraba el yerno más cercano a Joaquín.

Casi es como mehijo, así que los asuntos de la familia Ortega también eran de su incumbencia.

No le importaban dichos como "aunque el dragón sea poderoso, no puede oprimir a la serpiente local" o "la unión hace la fuerza". Su princiera: Hacer lo que sea necesapara que su esposa sea feliz.

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Quien haga feliz a su esposa, es de los suyos.

Quien haga llorar a su esposa, es su enemigo.

En Ciudad Pacífico, Perla recibió repentinamente la noticia de que Joaquín Ortega había regresado y estaba a punto de llegar a casa.

Rápidamente dejó lo que estaba haciendo, y viendo a Lola a punto de desmayarse del dolor, le dijo a un sirviente, "Llévala al dormitorio. No te preocupes por limpiar el suelo ahora, llama al Dr. Uriel inmediatamente." Después de decir esto, comenzó a arreglarse el cabello y la ropa...

Pronto, Joaquín llegó a casa apresuradamente.

La criada le había llamado antes para informarle que Lola había tenido otro de sus episodios, así que volvió muy preocupado.

Al entrar, lo primero que fue la sangre y los fragmentos de cerámica en el suelo, lo que le tensó aún más el ceño, y preguntó apresuradamente, "¿Dónde está Lola?!" La criada que lo esperaba abajo, con los ojos enrojecidos, dijo: "La señora está en el dormitorio, la Sra. Perla está arriba cuidándola." Joaquín no se molestó en cambiarse los zapatos y subió las escaleras rápidamente, preguntando mientras tanto, "¿Cómo es que de repente tuvo un episodio? ¿No estaba bien cuando fue al muelle durante el día?" “Sí, la señora estuvo en el muelle todo el día sin problemas. Al volver, fue a la habitación de la señorita como siempre, pero no sabemos por qué, poco después bajó corriendo, llorando y buscando a la señorita.

Cuanto más intentábamos calmarla, más alterada se ponía. Rompió un vaso y empezó a golpear a la gente, no solo a nosotros, sino que también se hirió a sí misma. Nos costó mucho trabajo llevarla al dormitorio." Joaquín frunció el ceño aún más y subió las escaleras de dos en dos.

Al abrir la puerta del dormitoprincipal, lo primero que fue a Perla.

Estaba junto a la cama, secándose las lágrimas y diciendo, "¿Por qué tiene que ser así, torturándose a sí misma? Hasta el cielo es injusto, ¿no podría tener un poco de piedad de Lola? Ya es bastante triste que haya perdido a su hija, y encima le ha tocado sufrir esta enfermedad, ay..." Joaquín frunció el ceño y se acercó, “¡Lola!” La Sra. Perla se volvió hacia él, con un destello de alegría en sus ojos.

Joaquín, con su estatura de más de un metro ochenta, siempre fue un hombre imponente. En su juventud, era conocido en Ciudad Pacífico por su atractivo.

Después de pasar varios años en la marina y en la academia militar, se volvió aún más apuesto.

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En aquel tiempo, con su unifoy porte elegante, había cautivado a muchas jóvenes de Ciudad Pacífico.

Perla era una de ellas.

En aquel entonces, ella estaba enamorada de Joaquín y quería casarse con él, pero Joaquín se enamoró de Lola a primera vista y no quiso a otra.

Por eso, Perla terminó casándose con el hermano menor de Joaquín, Ramón, un hombre que solo pensaba con lo que tenía debajo del cinturón.

Ahora, Joaquín, ya en sus cincuentas, no había perdido ni un ápice de su presencia.

Viajando constantemente dentro y fuera del país, su piel se había bronceado, luciendo aún más om saludable y robusto, la imagen misma de un hombre hecho y derecho. A Perla todavía le aceleraba el corazón. Trató de forzar algunas lágrimas para ganar la simpatía de Joaquín,

"Joaquín, finalmente has vuelto, la Sra. Lola ha tenido otro episoslquiera lanzo-una m Joaquín ni siquiera le lanzó una mirada de más, ni le prestó atención, frunciendo el ceño mientras se acercaba a la cama. Al ver a Lola, cubierta de heridas, sus ojos se llenaron de lágrimas al instante.

Se arrodilló junto a la cama, queriendo agarrar fuertemente la mano de Lola, pero Xemiendo m lastimaria, solo pudo tocarla con cuidado para que sintiera su presencia. "Lola, ya estoy aquí."